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Derrotas y victorias en la guerra de 1846

Se escribe muy a menudo que, durante la invasión de México por los Estados Unidos en 1846-48, el ejército mexicano sólo padeció derrotas. Esta afirmación resulta exacta hablando de las grandes batallas, tanto en el norte, en Buena Vista, como en Veracruz en el Cerro Gordo, o en la cuenca de México, en Churubusco y Chapultepec. Pero se trata de una presentación bastante simplificada de los hechos. Sino, ¿de dónde provenían los cientos de prisioneros norte-americanos que padecieron durante meses los rigores de las cárceles mexicanas?

El conflicto empezó mal para el ejército invasor: el 25 de abril de 1846, la patrulla del capitán Thornton peleó en Carricitos contra una fuerza de caballería mexicana, con un saldo de una docena de muertos del lado norte-americano, y la captura de unos cincuenta soldados, que se mandaron a encarcelar en Matamoros. Tres días después, la unidad de Texas Rangers del capitán Walker fue sorprendida de noche en su campamento: murieron seis de ellos, cuatro fueron capturados, y sólo tres lograron escaparse.

Durante su ofensiva previa a la batalla de Buena Vista, el general Taylor buscaba informarse de las intenciones enemigas. Mandaba patrullas, pero dos de ellas, o sea más de cien hombres, fueron capturadas por las fuerzas mexicanas.

Después de la derrota de Buena Vista y de la toma de Monterrey, algunos guerrilleros como Antonio Canales lograron reunir a cientos de hombres y no vacilaron en atacar pequeñas unidades aisladas o caravanas de abastecimiento. El 23 de febrero de 1847, Canales destruyó un convoy de 110 carretas y 300 mulas, matando o capturando  a toda la escolta,  con un saldo de 161 victimas.

Mientras, en California, donde el ejército americano había logrado apoderarse de las ciudades de San Francisco y Los Ángeles, un levantamiento popular obligó a los ocupantes a refugiarse en San Diego. En diciembre, los refuerzos norteamericanos al mando de Stephen Kearny fueron atacados en San Pascual. Los californianos fingieron huir, pero cuando los dragones norteamericanos los persiguieron en cierto desorden, contraatacaron, matando a 18 de ellos, con un saldo de 19 heridos, entre ellos el mismo Kearny.

El 14 de junio de 1847, la armada americana del almirante Perry trató de apoderarse de San Juan Bautista, en Tabasco, pero la fuerte resistencia de las tropas mexicanas le obligó a retirarse.

A pesar de las victorias decisivas del ejército de Scott, en el centro del país, después de la batalla del Cerro Gordo, la situación era precaria. Las poderosas guerillas del padre Celedonio Jarauta o de Juan Clímaco de Rebolledo lograban mantener una inseguridad permanente en las retaguardias americanas. En mayo de 1847, el convoy del coronel MacIntosh salió de Veracruz, con una escolta de 800 soldados. Varios ataques provocaron la pérdida de 24 de sus 128 carretas, en Paso de Ovejas. En agosto, la columna del coronel Lally cayó en varias emboscadas, con unas cien víctimas humanas. Tuvo que pedir ayuda, pero la columna de relieve sufrió las pérdidas mayores: fue destruida y su escolta capturada.

Después de la toma de la capital mexicana, Santa Anna logró apoderarse brevemente de la ciudad de Puebla, con la ayuda de las guerillas de Joaquín Rea.

Aunque ninguna de esas victorias cambió significativamente el curso de la guerra, comprueban la capacidad de resistencia y la determinación de las fuerzas mexicanas, que hicieron de la invasión una desastrosa victoria para los Estados Unidos, con grandes pérdidas humanas y financieras.

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