Por José Alfredo Riverón Mora
La leyenda urbana…
Cuenta la tradición que alrededor del año de 1945, ” El Tlacuache ” un diablero de la Merced, salió con rumbo al callejón de “La Amargura”, en plena plaza Garibaldi de la Ciudad de México.
A esas horas sabía que las pulquerías ya no tenían botana, por lo que llevaba una bolsa con bolillos para compartir con la palomilla y ”darse el bajón ” es decir comer algo después de beber mucho.
Ya en la esquina del callejón se encuentra con el puesto de su comadre ” la Guajolota ” a quien compraba tamales.
El Tlacuache le compra un tamal y al recibirlo, se le ocurre abrirle con sus manos un hueco al bolillo para meter el tamal dentro del pan y empieza a comérselo, en eso llega un miembro de su palomilla y le pregunta que come, el responde mirando a su comadre “una Guajolota”.
Al amigo se le antojó por lo que le regaló un bolillo para que se hiciera la suya, siguieron llegando más amigos y a todos les regalo su bolillo para que se hicieran su “Guajolota”.
El resto es historia…
En los días siguientes las tamaleras del rumbo de la Plaza Garibaldi, ofrecían un nuevo producto, un tamal dentro de un bolillo, había nacido “La Famosa Guajolota”, una deliciosa torta de tamal.
Aunque no son pocos los que creen que el nombre de la torta es porque nos pone “gordos” “gordos” “gordos”…