Menos de dos kilómetros separan a Cerro Amarillo de Abajo de Cerro Amarillo de Arriba. Este último, a su vez, está a otros dos kilómetros de San Andrés Tuxtla, que es la cabecera municipal y de Distrito.
Las dos comunidades están, por lo tanto, en el corazón de una de las zonas más hermosas de Veracruz, de México y, según yo, del mundo: Los Tuxtlas.
Los dos Cerros Amarillos están habitados por gente buena, trabajadora, optimista, amigable y hospitalaria. (Invitan un caldo de res que nomás de acordarme se me hace agua la boca).
Además de la geografía, comparten tradiciones, valores, desafíos y anhelos. Y, a partir del 2018, también tienen un nuevo amigo en común.
Desde ese año he tenido su confianza para trabajar muy cerca de las dos comunidades. Poco a poco hemos ido avanzando en un sueño muy legítimo que me expresaron desde la primera reunión que sostuvimos: un espacio deportivo.
Futbolero como soy, coincido con ellos en la idea de que no debería haber una sola comunidad donde los jóvenes (y los adultos) no tengan dónde echar una cáscara, jugar básquet, beis o voli con seguridad y comodidad.
El deporte, me consta, une a la gente. Incluso a quienes no juegan, pero les gusta ir a ver los partidos, echar porras, gritar, chiflar, emocionarse y distraerse un rato de la vida cotidiana y convivir, se gane o se pierda. Ahí se hacen amigos.
Claro que la idea de un espacio deportivo no es nueva. En realidad llevaban muchos años pidiendo una cancha.
Algunos candidatos o gobernantes iban de pasadita. Otros ni siquiera se paraban por ahí. Algunos les decían que sí. Otros no les decían nada. Y los Cerros Amarillos seguían esperando un lugar para que la juventud pudiera hacer deporte.
Por eso, desde el principio pacté con ellos que íbamos a trabajar juntos. Así ha sido. El nuevo mini estadio de fútbol (cabrán unas tres mil personas) está cobrando forma y pronto será una realidad.
No ha sido, propiamente, una obra pública en el sentido tradicional. Conseguí el terreno, he donado poco a poco el material y juntos hemos puesto la mano de obra. Los albañiles hemos sido nosotros.
¿Cuántas cosas serían distintas en este país si los jóvenes de las comunidades hubieran tenido espacios deportivos apropiados y disponibles?
Claro que no existe el ‘hubiera”, pero sí podemos construir juntos el “será”.
El “será” de los Cerros Amarillos incluirá muchas horas de cascaritas y torneos, porras, aplausos, gritos, chiflidos al árbitro (nada es perfecto), risas y celebraciones.
Para mí será un recuerdo muy querido y un orgullo de que no pasé de noche por ahí. Dejaré de ser diputado en unos meses, pero los amigos que hice me durarán toda la vida y, de vez en cuando, al terminar una cascarita, nos seguiremos echando un buen caldo de res.
*Diputado local. Presidente de la Junta de Coordinación Política del Congreso del Estado.