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«El loco» y los éxitos literarios

El día de hoy, mi hermano me ha hablado (y recomendado) la lectura de un libro de uno de esos escritores (español, desde luego) que «triunfan» en el mundo editorial.

Por rara coincidencia, este mismo día me encuentro un artículo de Alberto Vital («El loco y el mundo: por qué una novela llega a tener millones de lectores») publicado en El Universal (01/06/2025), que se refiere a ese mismo libro. Es uno de los cuatro que, según el articulista, sirven para explicar por qué un libro alcanza tal éxito de ventas, causa que se sale de la consabida del uso mercantilista de los libros que se venden solo por razones publicitarias y no por mérito propio.

De los cuatro autores súper vendedores solo he leído una magnífica novela que ya comenté en artículo pasado: No me dejarás morir, de Antonio Muñoz Molina. Y ahora creo que sí me aventuraré a leer el que me recomendaron.

El libro de marras se llama El loco de Dios en el fin del mundo (2025), de Javier Cercas. El articulista refiere el tema en un escueto comentario: «El loco… es el testimonio del viaje con el papa Francisco a Mongolia. El ateo Cercas fue invitado (seguramente por el propio Bergoglio) a acompañarlo. Cercas proviene de una familia católica. La madre padece Alzheimer, pero está segura de que se reencontrará con el esposo difunto gracias a la resurrección de la carne. El libro tiene estructura de novela policíaca: se basa en una o dos preguntas que deberán resolverse. En este caso, las preguntas son: ¿Hay Dios (para un ateo)? ¿Y quién es a fin de cuentas el papa Francisco, ese habilísimo líder espiritual y político, agudo detector del corazón de cada gente?».

Según el columnista, este libro y los otros que él comenta han dado en el tema que les ha permitido su triunfo comercial: «El patrón en común de los cuatro libros es el siguiente: los cuatro asumen la tensión entre el mundo secular y el mundo religioso o bien (si es mejor decirlo así) entre el laico y el eclesiástico o entre el no creyente y el creyente en una trascendencia».

De esta manera se entiende el corazón del asunto: estos autores han dado en la diana de las preferencias de los lectores consuetudinarios de España (por cierto, en ese país estos lectores constantes son el 65 %, mientras que en México apenas son el 5 %). España atravesó una terrible guerra entre dos ideologías, o dos maneras de pensar, Y, como lo dice Alberto Vital, «ese reino se mueve entre el escepticismo o el agnosticismo y la confianza o la fe en un más allá por encima de (o en una dimensión distinta a) aquello que ven nuestros ojos y disfrutan (o padecen) nuestros sentidos».

Es decir, entre un secularismo (que no laicismo) y un religionismo (valga la palabreja) en la que una parte de ese mito que llaman pueblo se declara ajeno a cualquier creencia religiosa y da a todo fenómeno natural, social, económico, político, existencial, etc., un sentido estrictamente ajeno a toda intervención sobrenatural y la otra parte entiende que nada es posible sin la causalidad última y cotidianamente participante de una divinidad, sea del sesgo que sea.

Ese conflicto, insisto, es particularmente sentido y vigente en la España de hoy y de siempre (o de casi siempre), mientras que en nuestro país no ha trascendido de manera definitoria más que en ciertos momentos de su historia. Particularmente me refiero al conflicto cristero en el que ciertamente hubo varios causantes, pero el factor más significativo fue el religioso (léase el segundo tomo de La Cristiada de Jean Meyer).

Y esto, si bien desde el micrófono y las pantallas se trata de incidir machaconamente en romper la «unidad» y la (relativa) «paz social» y favorecer (ignoro con qué finalidad) el enfrentamiento entre sectores y componentes de esto que llamamos patria. Patria y no pueblo, porque esta palabra ha dejado de ser el nombre propio de toda la comunidad de los que vivimos en este mismo territorio, tenemos una historia común y un «espíritu de cuerpo» que nos amalgama bajo el patronímico de mexicanos. Lo cierto es que, en estos rumbos, ese conflicto de ideologías y creencias está todavía lejos (aunque ¡ojo! no muy lejos) de ser causante de la división de «clases», o mejor, del enfrentamiento entre «el pueblo» y «los demás», y por ello originar el éxito literario de los escritores.

De todos modos, acepto la recomendación y abriré los ojos y la mente para leer El loco de Dios en el fin del mundo, y de esa manera estar preparado para lo que viene.

grdegg@live.com.mex.

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