@pablojair
Este texto se lo debo al profe Danilo desde hace muchos años. Me cuesta trabajo escribir: los recuerdos y la nostalgia inevitablemente brotan. (Gracias al Armando por ayudarme a escribir esta columna).
Cuento una pequeña anécdota del porqué me animé a hacerla: la semana pasada terminé de ver la serie documental “PRI, Crónica del Fin”, que es una verdadera joya periodística. En uno de los capítulos hablan del magnicidio del candidato presidencial Luis Donaldo Colosio, ocurrido el 23 de marzo de 1994.
Esa tarde, su servidor entrenaba basquetbol en la escuela “Maestro Justo Sierra”, donde terminé la primaria y secundaria. Fanático de dicho deporte (admito que no era un buen jugador), me quedaba echando canasta en la cancha después del entrenamiento… De repente, llegó muy apresurado el profe Óscar Danilo Valenzuela Torres llamando a toda su gente cercana, a quienes reunió en su privado.
Y ahí va este chismoso (creo ya era la curiosidad periodística) a asomarse a la ventana de la oficina para saber qué había pasado… Reunido con sus colaboradores, el profe Danilo veía por la tele la noticia de que habían atentado contra Colosio en Tijuana. Me quedé pegado a la ventana: oyendo impresiones, quién iba a ser el candidato, cómo iba a afectar a Veracruz, etc.
Luego entonces, gracias a la serie, recuerdo que le debo un espacio en esta columna a mi querido profe, quien falleció un 29 de septiembre de 2003.
El profe Danilo no sólo era maestro muy chingón, sino que también era muy grillo; de hecho, muchos en Minatitlán lo recuerdan como director de la famosa Escuela de Cuadros del PRI, de donde salían los futuros jóvenes políticos. (Anoche el Armando me recordaba que una vez le preguntamos por qué era priísta y él nos explicaba lo que era el priismo en sus bases, su reglamento, su visión social; que el PRI en sus estatutos decía que se debía servir al pueblo. Se le notaba su amor por el partido tricolor, pero era muy distinto en esa época).
Pero el maestro Danilo era más conocido por ser director de la Justo Sierra, con una larga tradición educativa en Minatitlán, cuyos padres, Flor y Alfonso, fueron los fundadores.
Los que pasamos por ahí en la primaria tenemos muchos recuerdos de maestros muy apreciados, aunque debo decir que eran otros tiempos, cuando todavía nos tocaron correctivos que hoy serían inconcebibles en la nueva escuela mexicana. Insisto: era otra época. Era una sociedad muy distinta.
Y me voy a escuchar muy anticuado, pero este chavorruco de 46 años acepta que fue parte de la disciplina que nos formó a muchos.
Bueno, pues el profe Danilo tenía fama de ser duro en la secundaria, aunque también era un excelente maestro quien tenía clara la formación del buen ciudadano. Por eso daba clases de Civismo e Historia.
Más de una vez, y en sentido contrario a lo indicaba el prefecto, subdirector u otros maestros, nos levantaba el castigo del momento: hacer lagartijas, correr bajo el sol o recorrer la cancha en posición de “patito”. Era entonces cuando sabía que nuestra jiribilla era otra: la cosquilla política. El profe nos sabía calmar, al darnos algo para leer. Nos daba acceso a sus revistas de El Chahuistle —revista fundada por el maese Rius— y ahí empezó la formación, la curiosidad y el gusto por la polaca.
No fueron pocas las veces que hubo regaños por el mal comportamiento, pero también debo decir que en la Justo Sierra estaban atentos al entorno familiar del estudiante. Danilo y sus cercanos sabían que muchos de sus rebeldes provenían de casas donde había conflictos.
Al paso del tiempo, entendí que el profe Danilo nos cuidaba tanto dentro como fuera de la escuela, algo que quizás se da sólo en pueblos pequeños o lugares donde todos se conocen. Una amalgama entre la tradición educativa y familiar, donde generaciones estudian en la misma escuela y los estudiantes son atendidos en forma particular por los maestros.
El profe también tuvo una amistad personal con algunos alumnos porque mostraba empatía con ellos y su situación personal. Además, era muy dado a ser “llevadero”, dar consejos, escuchar. Escuchar mucho.
Y creo que ese fue su gran legado: formar generaciones del futuro, escuchando. A muchos los encauzó porque los veía más allá del aula: como jóvenes con aspiraciones.
Por ejemplo: nos conectó con el mundo intelectual de Mina, pues a un par de aspirantes a escritores (el Armando Preciado y el wey que esto escribe) los recomendó con el Café Literario para que ahí se moldearan entre periodistas y personajazos como el arqui Fernando Vásquez Chagoya: otra de las personas más chingonas que he conocido en mi vida.
Dicho esto (y me quedo corto en las muchas historias que tengo grabadas en la mente), el profe Danilo no sólo se ganó mi cariño y respeto: lo considero uno de mis mentores en la vida.
Ya casi terminando el tercer año de la “secu”, podría decirse que con el profe Danilo nos llevábamos muy bien y pocas personas de nuestra generación podían presumir de ello.
Saliendo de la Justo Sierra todavía existía contacto. Ya trabajando en medios de comunicación, me ayudó comprando publicidad para el canal local donde trabajaba y le hice su comercial para televisión. Me tocó también echarme unos tragos con él en el bar del desaparecido restaurante Vip’s de Coatzacoalcos, donde preparaban unos “Bulls” bastante buenos; veníamos de la campaña del fallido candidato priista Francisco Labastida y platicamos como amigos.
La última vez que lo pude ver fue en el Ayuntamiento del periodo 2000-2004, cuando era secretario; lo pasé a saludar un par de veces y quedamos en echarnos algo, porque al profe le gustaba la bohemia. Incluso le pedí ayuda para que me ayudara a firmar mi servicio social porque acababa de recibirme en la universidad.
No recuerdo cómo fue que me enteré que el profe estaba enfermo de cáncer, pero de repente desapareció de la vida pública (en una época donde no había redes sociales). Recuerdo que esa noche —porque sí me acuerdo que era de noche y vivía en Coatzacoalcos— le marqué a mi compa Armando para darle la noticia.
Semanas después, el profe Danilo partía de este mundo.
Se hizo un homenaje de cuerpo presente en la Justo Sierra y recuerdo que según yo iba a tomar fotos para el Diario Sotavento, en donde trabajaba, pero me quebré; especialmente cuando Mamá Paty me dijo al terminar el acto: “Los quería mucho”; desde ahí ya no paré de chillar hasta que fue sepultado en el panteón Hidalgo. A mi lado, mi viejita Chelo, que la extraño también todos los días.
La verdad creo que me quedo muy corto para tratar de explicar quién era el profe Danilo y la importancia que tuvo en nuestras vidas (ustedes saben quiénes son). Me hubiese encantado encontrármelo en eventos políticos, para luego echarnos varios “Bull” en algún bar con una buena plática.
Su partida fue muy dolorosa, como lo fue la de mis abuelas, abuelos y la de Don César. Pero Danilo siempre es recordado; los “Bulls” que me echo son en su honor, siempre.
Y una disculpa, profe, la neta me tardé mucho en escribirle y quizás no esté todo aquí como testimonio (de usted hay mucho que contar). A veces me pregunto qué estaría diciendo ahora que se viven nuevos tiempos, con una mujer presidenta, una gobernadora y un PRI hecho añicos que está desapareciendo.
Quizás simplemente estaría en un salón de clases, enseñando con esa vocación y vehemencia que tienen pocos. Esa que dejó marcada a muchos.
Salud, profe Danilo, y otra vez: perdone la tardanza.