*Si algunas personas se alejan de ti, no te pongas triste, es la respuesta de Dios a tantas veces que le pediste: Líbranos de todo mal, Amén. Camelot
Ahora rememoro uno de los viajes de hace años, recordando (Cuide los gerundios, me decía mi maestro de primaria, cuando uno apenas sabía qué demonios eran los gerundios. Va: ‘En el contexto particular de la gramática, el gerundio es una conjugación del verbo que demuestra una acción; pero no está definida ni por el tiempo, el modo, el número ni la persona), cuando volé un montón de tiempo.
Volé por el Pacifico, me dijo mi hijo Juan Carlos que hay una parte donde te asomas y se ve Hawai. Mí, desconocer esta zona, diría un pueblerino. Voy a La Tercera Conferencia Mundial de las Naciones Unidas sobre la Reducción del Riesgo de Desastres. A Sendai, Japón, unos días, sitio a 300 kilómetros de Tokio. Donde hablan japonés. Un vuelo de 16 horas que apanica a cualquiera. Picasso lo dijo muy bien: «No le tengo miedo a la muerte, sino al avión». Y García Márquez tuvo miedo, lo superó y escribió una joya llamada ‘El Miedo a Volar’: “Entre los grandes especialistas del miedo al avión no hay ninguno mejor que don Luis Buñuel, que a los ochenta años sigue volando impávido, pero muerto de miedo. Para él, el verdadero terror empieza cuando todo anda perfecto en el vuelo y, de pronto, aparece el comandante en mangas de camisa y recorre el avión a pasos lentos, saludando a cada uno de los pasajeros con una sonrisa radiante. Mi madre no ha volado más de dos veces en su larga vida. Nunca ha sentido miedo, pero conoce muy bien el de sus hijos -que son doce-, de modo que mantiene siempre una vela encendida en el altar doméstico para proteger a cualquiera de nosotros que se encuentre en el aire. Su fe es tan cierta, que a uno de sus hijos -que es ingeniero de caminos- se le cayó hace poco un buldócer en una cuneta. Mi madre oyó decir que el rescate podía costar más de 100.000 pesos, y le dijo a mi hermano que no gastara ni un céntimo, pues ella iba a encender una vela para sacar el buldócer. Mi hermano la reprendió: «Sólo a ti se te ocurre que una vela puede sacar un buldócer de una cuneta». Mi madre, impasible, le replicó:
-¡Cómo no va a sacarlo, si sostiene un avión en el aire!”.
EN JAPON
Hace hambre, el guía nos sugiere dónde comer. Hay uno parecido al Corte Inglés (El guía conoce España porque vivió en Madrid dos años, de allí a que hable bien español, conoce también las leperadas españolas: cojonudo, joder, anda que te den por el cu…), dice con singular alegría. El Corte Inglés tiene, por lo regular, en piso especial un comedero extraordinario. Igual en este llamado Takashimaya, hay seis elevadores viejos muy bien conservados, imagínense los del Gran Hotel de México, con puertas de madera chapadas en oro y puerta metálica que se cierra manual, cada elevador tiene una edecán japonesita, con guantes, uniformada y gorrita, se ve que son como El Palacio de Hierro, tienda privilegiada, lo abre y lo cierra y te pone en el piso que desees. Educada, todos te hacen la reverencia al saludar o despedirse. Todos, hasta un agente de tránsito que en vez de darte una mordida te da una reverencia y el ‘arigato’ de despedida, además, la reverencia evita, entre otras cosas, darse la mano y contagiarse de virus o bacterias, y evitar los besitos muy nuestros en los cachetes. Tienen tapabocas una gran parte de gente que deambula por las calles. Kio lo usa, ¿para qué lo traes?, le pregunto inocentemente, es que a mí me molesta mucho el polen que en este tiempo se suelta a volar. Y también por la respiración del frio. Subimos seis pisos, no es de gran altura estos Corte Inglés japoneses, la elevadorista hace la reverencia. Ya siento que los quiero. Íbamos a comer, en España uno llega, ve el alimento que hay tendido y cocido en los depósitos, como en el afamado mercado San Miguel de Madrid -que Rico (el amigo que no es rico) conoce porque un día nos fuimos a comer allí con una copa de vino del que quieras, desde el caro Vega Sicilia hasta el de casa-, escoges la comida y allí mismo la comes. Aquí parecía martimiércoles de verduras de Chedraui, No mammy blue, había más gente que en carnaval jarocho.
El lunes más de Japón.











