Durante la Intervención francesa en México, entre 1862 y 1867, el ejercito invasor sufrió graves estragos por el vomito negro en las Tierras Calientes, la región entre Veracruz y Orizaba. Para preservar los regimientos que peleaban en el centro de la República, el estado mayor francés buscó reclutar unidades sacrificables, supuestamente sin verdadera valor militar, pero capaces de asegurar la continuidad de sus líneas de comunicación.
La Legión extranjera se encargó principalmente del área entre Córdoba y Orizaba, mientras la Contra-guerrilla del Coronel Dupin estaba estacionada en Medellín. Pero desconociendo el origen de la enfermedad, los franceses suponían que tropas coloniales aguantarían mejor los riesgos y reclutaron primero en la isla caribeña de Martinica un batallón de voluntarios, estacionado en Alvarado. Simultáneamente, pidieron al Khedive Mohamed Saïd Pacha de Egipto prestarles un batallón africano. El aceptó y reclutó principalmente en Sudan 446 soldados, muchos de ellos esclavos musulmanes que al enlistarse fueron liberados. Su origen sudanesa ha sido confirmada después por los estudios detallados de dos historiadores ingleses. Algunos autores afirman que también se agarraron algunos malvados en los barrios del Cairo. La unidad venía acompañada de unos oficiales egipcios y de un interprete, pero estaban al mando de oficiales franceses, entre ellos el Capitán Chapplain que hablaba árabe. Se tuvó que organizar servicios de intendencia específicos para adaptar la cocina a las prácticas religiosas musulmanes. Además, su relativo aislamiento ocasionó una gran solidaridad entre ellos.
A pesar de sufrir algunas perdidas durante el viaje y a su llegada, unos veinte hombres, los sudaneses se acostumbraron rápidamente. Les tocaba proteger el tramo de la ruta entre La Tejería, el terminal del ferrocarril, Medellín et La Soledad. Su piel morena oscura, su alta estatura y sobre todo sus uniformes exóticos, blancos con un fes rojo, hicieron de entrada una fuerte impresión entre los mexicanos. A lo largo de los combates, adquirieron una fama de eficiencia, de valentía y hasta de audacia que les permitió obtener numerosos éxitos.
Normalmente, un segundo batallón hubiera tenido que reemplazarlos: nunca llegó. Se quedaron entonces hasta el final de la guerra de Intervención en 1867, perdiendo un total de 64 hombres, por las enfermedades y en los combates. Reducido a 310 hombres, el batallón regresó primero en Francia donde recibió una acogida triunfal, desfilando en los Campos Elíseos en presencia del Emperador Napoleón III, antes de regresar a Egipto. Allá, sus miembros experimentados fueron ampliamente recompensados por sus servicios: casi todos ingresaron en el ejercito egipcio con grados superiores. Varios terminaron su carrera como generales.
Pero, al salir de México, faltaban doce, considerados primero como desertores. Cinco de ellos que se encontraban en un hospital fueron repatriados después. Uno, registrado como el Egipcio, fue recuperado por los últimos franceses de la Contra-guerrilla que seguían peleando por el Imperio en Veracruz, hasta después de la ejecución de Maximiliano. Se puede entonces suponer que los otros seis decidieron quedarse en Veracruz, donde habían encontrado una vida mejor que en los desiertos de Sudan.