El 30 de abril de 1863, al empezar la Intervención francesa en México, tuvo lugar un enfrentamiento entre una compañía de la Legión Extranjera, fuerte de 62 hombres, y las tropas mexicanas del coronel Francisco de Paula Millán, en la hacienda de Camarón de Tejeda (hoy Villa Tejeda). Si efectivamente los mexicanos resultaron victoriosos, vale la pena insistir sobre detalles olvidados o poco conocidos.
En esas fechas, el ejercito francés sitiaba Puebla, pero dependía para su abastecimiento de la seguridad del tráfico que llegaba desde Veracruz. El 29 de abril, sale de Veracruz un importante convoy con víveres, municiones y 3 millones de francos. El general francés Jeanningros, informado de la presencia cerca del camino real de un importante contingente enemigo, manda una compañía de legionarios para recorrer el camino, al mando del capitán Danjou, con dos tenientes, Jean Vilain y Clément Maudet, y 60 infantes.
El coronel Francisco de Paula Millán dispone, por su lado, de 6000 infantes y de 2000 caballeros. Unos 2000 de sus hombres participan a la batalla. Los legionarios franceses salen de Chiquihuite a la 1 de la mañana y pronto llegan a Palo Verde, después de atravesar la vieja hacienda de Camarón de Tejeda, que los franceses, incapaces de pronunciar correctamente el español llaman Camerone. Mientras están preparando su desayuno, perciben los primeros movimientos enemigos. La caballería mexicana lanza una primera carga, pero tiene que replegarse bajo el fuego nutrido de los franceses. Eso permite a los legionarios refugiarse en la hacienda, pero pierden las dos mulas que transportan los víveres y el parque. Al mismo tiempo, algunos soldados mexicanos logran entrar en una parte de la hacienda de donde empiezan a disparar a los legionarios.
Son las 10 de la mañana, los franceses no han comido, han perdido su agua y sus víveres. Un oficial mexicano de origen francés, el teniente Laisné, les propone capitular, lo que rehúsa Danjou quien pide a sus hombres pelear hasta la muerte. Los tres oficiales franceses caen uno tras otro, muertos o heridos, bajo los disparos de los mexicanos.
A las 5 de la tarde, sólo sobreviven 12 hombres capaces de pelear. Durante 9 horas, sin comer, sin beber, han resistido los asaltos mexicanos. A pesar de sus heridas, el teniente Maudet lanza la orden de cargar con bayonetas. Varios caen bajo las balas mexicanas, y los pocos sobrevivientes tienen que rendirse, bajo la promesa de un oficial mexicano de dejarles la vida y sus armas. El oficial hubiera dicho: «no se puede rehusar nada a hombres como ustedes». Por su parte, el coronel Milán hubiera declarado «¡Pero estos no son hombres, son demonios!»
Un solo legionario, el tambor italiano Casimir Laï, logró escaparse. Los prisioneros fueron someramente curados por el doctor Talavera y transportados a Huatusco y Jalapa, para recuperar de sus heridas. Fiel a su promesa, el coronel Milán hizo los tramites necesarios para devolver a las autoridades francesas ocho sobrevivientes. Desgraciadamente, el teniente Maudet falleció por sus heridas, a pesar del cuidado afectuoso de Doña Juana Marrero, directora del hospital de Huatusco, a quien dedicó, antes de morir, esas palabras: “dejé una madre en Francia, encontré otra en México.”
Cada 30 de abril, se celebra en Francia la batalla de Camerone, y la expresión “faire Camerone” (hacer Camerone) es famosa entre los legionarios para designar los combates en condiciones desesperadas. Pero sobre todo, se erigió en 1892 en el sitio un monumento en memoria del combate. Desde esta fecha, cada año el ejercito mexicano conmemora el evento en presencia de las autoridades de ambos países, y presenta las armas en silencio en memoria de las víctimas francesas y mexicanas,.