En abril de 1914, los puertos de Veracruz y Tampico están bloqueados por una armada norteamericana de 44 barcos al mando del almirante Fletcher. Este último dispone además de 3,500 soldados bien armados que oficialmente sólo tenían la misión de proteger a sus conciudadanos que trabajaban en los campos petrolíferos.
El 9 de abril, las autoridades federales huertistas arrestan unos marineros americanos en Tampico. Fletcher tiene su pretexto para intervenir. A pesar de su pronta liberación, el almirante Mayo, jefe de la flota en Tampico, exige excusas oficiales y un saludo de 21 disparos en homenaje a la armada norteamericana, una exigencia inaceptable para cualquier gobierno libre. El 21 de abril, unos 1,289 marineros gringos desembarcan por sorpresa en Veracruz, mientras los barcos bombardean la ciudad. Los 128 cadetes de la Academia naval mexicana, aun con el apoyo de unos voluntarios civiles, no pueden resistir. Las perdidas mexicanas se cuentan entre 152 y 172 muertos y por lo menos 250 heridos. Las fuerzas invasoras se apoderan rápidamente del puerto y alzan la bandera americana.
Pero esta intervención unilateral constituye también una amenaza para los intereses de las otras potencias involucradas tanto en la explotación petrolera como en la vida económica mexicana. No debe sorprendernos entonces sus reacciones inmediatas. Las potencias europeas disponen ya de fuerzas importantes, tanto en Veracruz como en Tampico. El buque de guerra alemán Dresden está en Tampico, mientras el Ypirranga esta anclado en Veracruz, con algunos soldados a bordo. A los acorazados franceses Descartes y Condé se suma el holandés, el Kortenaer, otro italiano, un buque de guerra español, y sobre todo dos escuadras inglesas con, entre otros buques, la Hermione y el Suffolk. Por supuesto, a esos navíos se pueden sumar las cañoneras mexicanas. Este total de ocho o nueve acorados puede parecer reducido, pero no debemos olvidar que lo grueso de la armada norteamericana está compuesto de transportes y de buques pequeños. El desequilibrio entre ambas flotas no resulta tan importante como parece.
Según el relato inédito del marino francés Yves Cozic, quien sirve en el Descartes, la tensión sube rápidamente entre los europeos y los norteamericanos. Primero, los europeos, al llegar a Veracruz, rehúsan saludar la bandera americana, considerando que el puerto pertenece a México. De su lado, la tripulación francesa del Descartes recibe la orden de preparar las piezas de artillería y las municiones, en previsión del combate. Los estadunidenses son tan consientes del peligro que obligan a los barcos franceses alejarse del puerto para impedirles usar su artillería. De su lado, los barcos ingleses mantienen un control estrecho y permanente sobre los movimientos de la armada americana, que persiguen hasta Coatzacoalcos.
Todo parece listo, en esos días de fines de abril, para un enfrentamiento abierto. Pero las fuerzas invasores se limitan a ocupar el puerto. El gobierno de Huerta no tiene la capacidad de oponerse a la invasión. La calma regresa porque, a pesar de todo, los norteamericanos y los europeos tienen más intereses comunes que divergencias. Queda, aun, por investigar que huellas dejaron esos días de tensión en los protagonistas.