El 6 de diciembre de 1914, los combatientes victoriosos del Ejército Libertador del Sur y de la División del Norte, al mando de Emiliano Zapata y Francisco Villa, respectivamente, desfilan en la capital de la república. Por las calles del centro de la ciudad de México, entre la admiración y el temor de la gente, avanza un ejército poco común. Los guerrilleros campesinos zapatistas alternan con los dorados de Villa y los artilleros de Felipe Ángeles. Se cierran los comercios, se esconden las doncellas y los hombres se preparan para lo peor, pero al mismo tiempo, una muchedumbre impresionada se reúne en los andenes para festejar y aplaudir a los vencedores.
Dos días antes, Villa y Zapata se habían reunido en Xochimilco con sus escoltas para analizar las consecuencias de su victoria y la estrategia de la guerra civil que empezaba. En el Archivo General de la Nación se conservan todavía las minutas taquigrafiados de esas pláticas, unos documentos excepcionales. Entre otras declaraciones, Villa habría dicho hablando de la capital: “Ese rancho está muy grande para nosotros; está mejor por allá afuera… ¿no cree general Zapata?”
Resulta difícil afirmar o comprobar la autenticidad de la cita, pero refleja con pertinencia la actitud de ambos generales. La postura de Villa y de Zapata ante la capital y los medios urbanos, a los que nunca entendieron muy bien y donde se sentían incómodos, queda resumida en esta frase sencilla. A la diferencia de muchos otros dirigentes revolucionarios, Venustiano Carranza por ejemplo, Villa y Zapata son campesinos, oriundos de pueblos provincianos.
Ademas, ni Villa, ni Zapata tienen ambiciones personales. No buscan el triunfo sobre las otras facciones revolucionarias para apoderarse de la presidencia, sino para asegurar la victoria de sus ideales, aun si Villa no vaciló en sentarse en el sillón presidencial el tiempo de una fotografía. Las célebres fotos los presentan rodeados de sus parientes, como el hermano de Zapata, Eufemio, de sus oficiales, de sus consejeros, entre ellos una mujer (¿Dolores Jiménez y Muro?) y hasta un norte-americano. A la diferencia de los retratos de otros dirigentes, esa muchedumbre refleja bien su rechazo de un poder personal, y su preferencia por un poder popular.
El hecho de que Villa usara la palabra “rancho” refleja humorísticamente su malestar frente a la muchedumbre, los edificios y el marco urbano. Además, la ciudad de México no era considerada importante ni estratégica para la mayoría de los principales líderes revolucionarios. Esto lo confirma ampliamente el abandono rápido de la capital por parte de las fuerzas villistas y zapatistas, que se dirigen entonces a los campos de batalla para lograr la victoria final.