En arquitectura, un zócalo es un basamento que sirve como cuerpo inferior de una obra o como pedestal para erigir alguna construcción. Pero en México la misma palabra se refiere a la plaza principal de una ciudad, especialmente la de la capital. Este sustantivo es tan preciso que incluso forma parte de las acepciones del Diccionario de la Real Academia Española, por su uso tan común en ese país. Si le dices a un mexicano: “Nos vemos en el zócalo”, no tendrá ninguna duda de dónde encontrarte. El Zócalo mexicano es un nombre coloquial que surgió a raíz de un proyecto arquitectónico sin terminar.
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En 1843, durante una de las presidencias del general Antonio López de Santa Anna, el mandatario ordenó la construcción de un monumento en el corazón de la capital para conmemorar la Independencia. En la hasta entonces Plaza Mayor o de la Constitución, Santa Anna quiso “erigir un monumento de ornato público que, emulando los obeliscos de Cleopatra o las pirámides de los faraones de Egipto, perpetuasen su nombre en nuestra posteridad”, escribió a fines de los años 1840 el historiador Carlos Bustamante. El antiguo mercado El Parián, que se ubicaba en lo que hoy es la plaza, fue derribado para que ahí se levantara la obra.
Por decreto del 27 de junio de 1843, se convocó a un concurso para edificar el monumento, el cual fue ganado por un arquitecto francés de nombre Henri Griffon. Pero Santa Anna lo rechazó y mandó a hacer otro concurso que ganó el arquitecto Lorenzo de la Hidalga. Se desconocen las razones que llevaron a Santa Anna a rechazar el primer proyecto, pero sabemos que de la Hidalga fue su arquitecto preferido, como lo demuestra el encargo del mercado del Volador y de la construcción del teatro que originalmente llevó su nombre.
El proyecto de Lorenzo de la Hidalga contemplaba una gigantesca columna, más alta que las torres de la Catedral, coronada por una figura alada con las manos abiertas, símbolo de la gloria. La figura alada era una alegoría del propio dictador, ansioso de prestigio y reconocimiento. La columna reposaba sobre un basamento octagonal, con la escultura de un héroe de la Independencia en cada esquina y al interior de la estructura los cuerpos de éstos. Se desconoce la identidad de los ocho héroes escogidos.
El 16 de septiembre de 1843 se realizó una ceremonia para colocar la primera piedra, pero se construyó solamente la base circular, el zócalo, de ocho metros de diámetro y casi 30 cm de altura, que serviría de sustento a la columna. Los problemas económicos, políticos y la invasión de Estados Unidos a México en 1846 provocaron el abandono repentino de la obra. El proyecto quedó literalmente bajo tierra y el gran espacio descubierto se convirtió en la Plaza de la Constitución. Una vez abandonada la construcción, dicho zócalo fue el que determinó el popular y actual nombre de la Plaza.
En 2017, luego de 174 años, el arqueólogo Alejandro Meraz y un grupo de colegas del Instituto Nacional de Antropología e Historia encontraron aquella base, durante un salvamento arqueológico, relacionado con las excavaciones del Templo Mayor de México-Tenochtitlan.