En 1974, la policía de México, durante una redada en Veracruz, capturó a varias personas, entre ellas un tal Brígido Lara, acusado de tráfico ilegal de piezas arqueológicas.
Poco tiempo después, su abogado de oficio, ya que Lara afirmaba no tener ni para pagar uno, pidió al juez que se le diera un poco de arcilla para demostrar que los objetos habían sido hechos por él mismo y no saqueadas de los sitios arqueológicos. No era un delito mayor fabricar simples piezas de cerámica vendidas como tales. El asunto quedó entonces rápidamente resuelto: Lara había fabricado cerámicas similares a las de las antiguas culturas de Veracruz por más de veinte años. Tomaba su inspiración en libros y fotos para crear piezas de gran tamaño y complejidad.
La calidad de sus producciones era extraordinaria. Lara era un artesano que había logrado sentirse como un antiguo alfarero totonaca. Hacía sus obras en un edificio modesto, donde las cocía en la terraza, simplemente poniendo ramitas a su alrededor. Luego hacía la pátina con materiales tan simples como cemento, lima azucarada y orín. Manejaba al menos cien tipos diferentes de barros provenientes de su tierra natal, que obtenía de niveles profundos y con material arqueológico contextuado, que tenían fragmentos de cerámicas antiguas. Por supuesto, eso generaba resultados confusos en los análisis de termoluminiscencia, pero también implica que Lara no era tan inocente como decían sus defensores. Tenía los conocimientos suficientes para engañar a sus compradores.
También se puede poner en duda su pobreza. Sus piezas superan las 40 mil, se vendieron bien y se encontraban dispersas tanto en colecciones privadas como en varios museos del mundo: el Metropolitan Museum de Nueva York, el Museo de Dallas, el Saint Louis Art Museum, hasta el Museo Nacional de Antropología de México. Otros objetos llegaron a las colecciones públicas y privadas de Francia, España, Alemania, Austria y Bélgica.
La exposición sobre la cultura totonaca en el County Museum de Los Ángeles en 1971 contaba con una docena de obras de Lara. El enorme Ehécatl del Metropolitan Museum, una pieza excepcional azteca, también era falsa.
Las autoridades mexicanas del INAH pidieron a Lara que fuera a sus museos para identificar las cerámicas de su fabricación y retirarlas de sus colecciones. Pero algunas instituciones norteamericanas y europeas lo acusaron de desacreditarlas, al reducir el valor económico de sus propiedades y nunca retiraron los objetos de las vitrinas. Estas instituciones siguen entonces presentando a sus visitantes en búsqueda del pasado prehispánico unas obras que, aun si son impresionantes, datan apenas de la segunda mitad del siglo pasado.