Entre 1911 y 1914, cientos, sino miles de mercenarios se enlistaron tanto en las filas federales como revolucionarias y participaron en los combates de la Revolución. Muchos murieron sin dejar huella, otros regresaron a sus países o se fueron a Europa para pelear en la primera guerra mundial. Unos cuantos, entre ellos muchos japoneses, se quedaron en México, donde obtuvieron paulatinamente su naturalización. Pero muy pocos beneficiaron del reconocimiento oficial del gobierno mexicano por su participación a la lucha.
En este respecto, llama la atención el caso del capitán Oscar G. Creighton (1877-1911), apodado el diablo de la dinamita. Su verdadero nombre era Oscar Merrit Wheelock. Nació en Boston, Massachusetts, en 1877, y sus estudios le permitieron trabajar como contador en una librería de su ciudad natal. Pero fue acusado de malversaciones y de robo de dinero, y tuvo que fugarse a Montana, donde se casó con Winnie O’Malley. Poco tiempo después, en enero de 1911, fue acusado del atraco de un banco de San Francisco, y tuvo que huir nuevamente, perseguido por la policía norteamericana. Decidió pasar la frontera mexicana, abandonando a su esposa, y se enlistó en las filas de los voluntarios que peleaban bajo las órdenes de Pancho Villa y Pascual Orozco.
Allí cambió su nombre por el de Creighton, y se casó nuevamente, con una mexicana, añadiendo entonces la bigamia a sus numerosos pecados. Rápidamente, Villa y Orozco notaron su audacia, principalmente durante la primera batalla de la estación ferrocarrilera de Bauche, destinada a cerrar el sitio de Ciudad Juárez. Lo nombraron capitán, encabezando un grupo de voluntarios norteamericanos. Su valor y su manejo de la dinamita le valieron una misión importante: destruir la línea del ferrocarril por donde llegaban los refuerzos federales desde la capital. Con un puñado de voluntarios, entre ellos Benjamin Turner y Jack Crum, logró destruir las infraestructuras básicas sobre un tramo de casi 300 km. y además cortar las líneas del teléfono y del telégrafo.
Durante la segunda batalla de Bauche, con un pequeño grupo de voluntarios, enfrentó una columna federal y murió en el combate. Pero su intervención decisiva permitió detener la ofensiva federal hasta la llegada de refuerzos y lograr la victoria con la toma de Ciudad Juárez.
En 1951, el gobierno mexicano otorgó al capitán Oscar G. Creighton, a titulo póstumo, la medalla de la Legión de Honor por su acción revolucionaria, y una pensión de 2000 pesos a su viuda. Aunque se desconoce cual de sus esposas benefició de esta recompensa, no cabe duda que este reconocimiento resulta único. Una guardia de honor acompañó el féretro con sus restos hasta la frontera, con la intención de seguirlo hasta Boston, pero tuvieron que entregarlo a la policía federal norteamericana, pues Creighton seguía buscado por el robo del banco californiano.