Hace nada, en un impasse de lectura, tomé el diario español El País. Interesantísimo. En cuatro páginas, y con el título “El padre al que Jobs nunca quiso conocer”, el diario desvela historias de esa familia, cuyo padre biológico, un inmigrante sirio, nunca conoció al hijo, afamado y reconocido por su ingenio y talento y, además, súper millonario. El padre revela al diario que, al enterarse de la enfermedad del hijo, envió varios Emails al cofundador de Apple. Nunca tuvo respuesta. El padre, de nombre impronunciable, Abdulfatá ‘John’ Jandali, de 80 años, y director de un casino en Nevada, en Reno, “con arrugas en los ojos y las canas coronando una cabeza sobre la que asoma la calvicie, Jandali recuerda físicamente a Jobs. En una mesa auxiliar de su oficina destaca una imagen publicitaria enmarcada de su hija, Mona Simpson, que dice que descargó de Internet. Se enteró de la muerte de Jobs el miércoles de la semana pasada en la oficina, cuando un desconocido llamó para darle el pésame. Colgó el teléfono rápidamente. “No fue una sorpresa”, explica Jandali. “Básicamente, todo lo que siento es tristeza”.
La semana pasada, Jandali leyó el discurso que dio Jobs en la Universidad de Stanford en 2005, aquel en el que el cofundador de Apple reflexionaba sobre la vida y la muerte y contaba la historia de su adopción. “Mi madre biológica era una joven estudiante de posgrado soltera… Le parecía muy importante que yo fuese adoptado por titulados universitarios”, declaró en aquel discurso.
Jobs, que nació en San Francisco en 1955, también relataba allí que su madre biológica finalmente accedió a que lo adoptasen Paul Jobs -quien no había completado la educación secundaria y se había hecho maquinista- y Clara Jobs -que nunca llegó a licenciarse en la universidad-. Se crió cerca de San Francisco. Jobs sí reconocía que tenía relación con su madre y su hermana biológicas, pero no hablaba en público de Jandali.
Jandali no supo que Jobs era su hijo biológico hasta alrededor de 2005. Asegura no recordar cómo se enteró, pero que la noticia le causó “una gran impresión”. “Él tenía su vida y yo la mía, no estábamos en contacto. Si hubiéramos hablado, no sé qué le hubiera dicho”. Es de muchos sabido que Steve Jobs fue un hijo adoptado, historia que relató en aquel discurso señero de la Universidad de Stanford, el de la vida y la muerte.
Durante todo el año pasado, Abdulfatá John Jandali mandaba periódicamente un mensaje de correo electrónico a Steve Jobs, el hijo que nunca conoció. Eran simples notas: “Feliz cumpleaños” o “Espero que estés mejor de salud