Sergio Aceval Zanatta
No, no fue simulacro, no fue cita para vacuna, ni junta del Infonavit. Ja ja ja ja ja ja
¡fue un gran homenaje a nuestros amados maestros!
Gracias a Marco Aurelio y a Paty por esta espectacular organización que salió de lujo.
Hace apenas 50 y tantos años, un grupo de inocentes criaturas, que sin saberlo estábamos escribiendo las primeras líneas de una historia inolvidable: la generación 1966–1972 de la Escuela Cervantes. Aquellos tiempos en que los maestros eran siempre respetados.
Hoy, después de algunos años y más pastillas que una farmacia de guardia, ( ja ja ja ja ja ), nos hemos vuelto a encontrar, los nombres son los mismos, pero los cuerpos… ¡ay, los cuerpos! Donde antes había cabello, ahora hay sabiduría brillante. Donde antes hubo cintura, hoy hay historial clínico. Y los que corríamos como gacelas, hoy caminamos como si hubiéramos subido el Popocatépetl… en reversa. Ja ja ja ja ja
Esta reunión no fue solo una excusa para desempolvar los recuerdos, fue un recordatorio de que, aunque el tiempo pase, aunque nos duelan cosas que antes ni sabíamos que existían, la amistad sobrevive, incluso con lentes bifocales y abrazos con aroma a pomada para las reumas ja ja ja ja ja ja.
Fuimos, somos y seremos… la gloriosa generación 66–72, sobrevivientes de la regla de madera, el gis blanco y el pizarrón verde, con ese gran honor y suerte que tuvimos de tener unos maestros de figura firme y respetuosa, que nos enseñaron a leer, escribir, dividir y gracias a ellos aprendimos a usar la coma, a respetar los márgenes, y a saber cuándo decir “porque” y cuándo “por qué” (aunque eso todavía nos falla en WhatsApp). Ja ja ja ja ja ja.
Y aunque ahora usamos el celular hasta para multiplicar por dos, y los niños de hoy hacen tareas con inteligencia artificial, nosotros tuvimos lo mejor: educación con corazón, tiza, y autoridad moral.

Así que, queridos maestros —que nos miran desde el aula celestial—: gracias por soportarnos, corregirnos, y enseñarnos que el respeto, la disciplina y el saber no pasan de moda.
Y cómo olvidar aquel inolvidable sexto año, donde nuestro maestro nos enseñó a hacer gráficas del clima en un cuaderno cuadriculado. Sí, señor. Antes de que existiera Excel, antes de que el clima viniera en app, nosotros anotábamos religiosamente la temperatura diaria, con lápices de colores con gráficas hechas a mano.
¡Ni Galileo! ¡Ni Newton! ¡Ni la NASA! Nadie había visto tanto esfuerzo por trazar una línea que subía o bajaba según como estuviera el clima.
Maestros de nuestra primaria ¡GRACIAS! Porque fueron justos, firmes, y nos enseñaron cosas que ningún TikTok sabrá nunca.
¡ GRACIAS AMIGOS DE LA GENERACIÓN 1966 – 1972 POR ESTE REENCUENTRO ¡