*Cuando se viaja, siempre se aprende. Camelot.
En Madrid se hace lo de costumbre, lo de siempre, visitar La Gran Vía, husmear por Puerta del Sol, donde la primera noche de nuestra llegada nos tocó ver una manifestación de unas mil personas, mujeres todas, en contra de los ataques a las mujeres, los #MeToode cada país, porque las mujeres a través de la historia debieron ser intocables, jamás humilladas, menos golpeadas y maltratadas como lo han hecho en estos años inciertos, donde se cobijan de los feminicidios, más en Veracruz que lideramos en esa maldad. Llueve y la lluvia no las espanta, se hermanan, se toman de las manos y abren los paraguas y se cobijan de la lluvia, que la lluvia solo refresca y moja y no golpea ni maltrata ni deja laceraciones en el cuerpo y en el alma. ¿Por qué las golpean? ¡Porque pueden estos animales! Se toma la tour de los caminos turísticos y a conocer o darle la vuelta a lo ya conocido. El Madrid histórico y La Gran Vía y pasar al lado de Chicote, donde Agustín Lara cantó de un agasajo postinero, con la crema de la intelectualidad, en aquel chotis llamado Madrid. Se anda por todos lados, a las prisas y a caminarle unos 10 kilómetros para poder aprovechar, sobre todo cuando se viene por pocos días.
A LOS LIBROS Y LOS TACOS
Pero no todo es comida y paseo. Una mañana caminé la calle del Carmen y fui a la librería. Amante de los libros y las librerías, me fui de pinta a la del Corte Inglés de la madrileña calle del Carmen. A mi hermano le llevo uno de Paris: ‘Paris calle a calle’, me late que está buenísimo; a mi hermana uno de la realeza, porque lee mucho el Hola y el Notiver de sociales, de los Duques de Alba; anda uno nuevo de Julio Iglesias y del gran Pérez Reverte, y compré uno de mi favorito, Juan Eslava Galán, quien mejor cuenta las historias. He visto que el criminal Charles Masón le han editado nuevos libros, aquí anda uno de caricaturas, de sus maldades cuando instigó y lavó el coco a su secta para matar a Sharon Tate, la esposa de Polansky. Lo hojee y ahí lo dejé, ese tipo da asco y debe estar revolviéndose en el infierno, como todos los crimínales que no se tientan el corazón para arrebatar una vida. Incluyo a los de México. El tour nos lleva por el famoso Museo del Prado, anda en reparación, se ve que siempre lo adecuan al máximo, donde Madrid y España lucen con orgullo los Velázquez y todo ese acervo pictórico en sus grandes paredes. Caminar rumbo a la Cava Baja y meterte un rato al legendario Mercado de San Miguel, desde 1917, un bello edificio forjado todo en hierro, como el Palacio de Orizaba, que tiene comida y bebida para todos los gustos y necesidades. Está a reventar, llegas y parece romería, hay mucho turismo, pregunto a los hoteleros y no saben qué responder, la ocupación está casi al 100 por ciento y eso que no es temporada de vacaciones y cuesta trabajo encontrar habitaciones desocupadas. He dejado y querido contar, aunque creo que ya lo hice alguna vez. En la esquina del hotel Liabeny, hay un taquero que es mexicano al grito del taco. Puso un puesto de tacos al pastor, con unos cinco empleados, y el tipo se ha metido toda la lana del mundo. Una vez fui y compré para probar unos, no saben tan buenos como los hacen nuestros taqueros en Orizaba, pero tiene colas y colas, parece Chedraui en temporada de ofertas. La cola llega a media cuadra, de gente bien de clase media que se ve que les encantan los tacos. El taco vale un euro cada uno, al tipo de cambio unos 22 pesos cada taco, no sé si sea cierto pero me dicen que el dueño ya trae un Ferrari. Vende como ninguno de esta zona, es una esquina pequeña con apenas unas siete mesas pequeñas y por lo regular se los comen parados, al parecer ya abrió otra sucursal, es el taquero mexicano-madrileño con más éxito. No saben los nuestros, sobre todo los orizabeños que son buenos para el negocio de los tacos, sino inundarían este Madrid y quizá toda España porque los tacos mexicanos son mejores que cómo anda el Real Madrid, aunque haya ganado en Sevilla. Termino mi tour madrileña de tres días, tomo el tren AVE y voy a Barcelona, un par de días para luego meterme a otro país, otros poquitos días. Ahí les cuento.
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