Son la contraparte del periódico de papel. Y subrayamos lo del continente porque los contenidos, ahora, son igualmente asimilables en la pantalla de nuestras tabletas electrónicas. ¡Ah, el tiempo aquel desplegando las páginas olorosas a tinta que eran el vínculo directo del reportero a nuestra lectura. Leíamos a Guillermo Ochoa, a Manuel Mejido, a María Luisa Mendoza. Y como no les creíamos del todo, había que esperar al noticiero de la para corroborar aquellas noticias de asombro. Ahí estaban los locutores dando lectura a boletines y guiones pergeñados en MAYÚSCULAS… Pedro Ferriz, Guillermo Vela, y desde entonces Jacobo Zabludovski.
Su función ha sido, desde el siglo pasado, operar como heraldos de novedades y amenidades. ¿Viaja el presidente López Mateos a Indonesia? ¿Llega el hombre a la luna en la misión Apolo 11? ¿Encarcelan a los dirigentes estudiantiles de 1968? Ahí estaban los comentaristas, buscando las palabras, queriendo informar a la “opinión pública” pero sin ofender al gobierno.
La muerte de Larry King, el sábado pasado, lleva a reflexionar en torno a esa profesión de reflectores y micrófonos. Su programa en la cadena CNN, “Larry King Live”, le permitió entrevistar materialmente a todos los dirigentes del mundo, los actores, la gente con algo qué decir. Intrigante a ratos, simpático, claridoso, Larry King permitió durante medio siglo el acercamiento (approachment) del público general con los hombres del poder y el espectáculo.
En nuestro medio muchos han sido los interlocutores que hemos tenido en las distintas cadenas televisivas. Hasta donde recuerdo, el primero de ellos era don Guillermo Vela, en el Noticiario General Motors, y que al despedir el programa se despedía con un formal: “Buenas noches, a usted”.
Años después lo reemplazarían los elocuentes Pedro Ferriz y Jacobo Zabludovsky, quienes al terminar se despedían muy formales: “Buenas noches, Pedro”, y el otro le correspondía. Han sido legión los que luego los han continuado ante las cámaras… Ignacio Martínez Carpinteiro, Joaquín López Dóriga, Miguel Alemán Velasco, Lolita Ayala, Guillermo Ortega, Javier Alatorre, Adriana Pérez Cañedo…
El equivalente mexicano de Larry King fue Jacobo Zabludovsky, quien con sus 27 años al aire hizo escuela de la locución y el reporterismo televisivos. Transmitía los mismo los lanzamientos en Cabo Cañaveral que entrevistaba a Raúl Castro o a Salvador Dalí. Se convirtió en un referente de la televisión mexicana, y desprenderse de su desempeño le significó mucho al consorcio dirigido por Emilio Azcárraga. En su beneficio, al madurar y desligarse de la supervisión informativa que ejercía (a la sorda) la Secretaría de Gobernación, en sus últimos años como locutor radiofónico Zabludovsky se hizo más crítico de las líneas oficiales. Su desempeño periodístico durante el terremoto de septiembre de 1985, es simplemente de antología.
Esos dos oficios, desafortunadamente, están en entredicho. La pandemia en curso está acelerando muchos procesos mediáticos y no es ningún secreto que algunos periódicos ven aproximarse sus días finales. ¿Qué sigue? ¿La edición de ejemplares por vía de internet? Lo mismo ocurre con los noticiarios televisivos, actualmente en competencia creciente con otros medios informativos por vía del “streaming”.
Y encima que los teléfonos móviles nos han convertido en “reporteros potenciales” por los videos instantáneos que logramos enviar apenas percibimos algún incidente civil. Ya no somos los cándidos receptores de antaño, supeditados a lo que nos informaban los reporteros o los comentaristas televisivos, pues ahora en la vorágine de las fake-news, los blogs y los trolls, ya nada es cierto y nada es mentira.
Una de las revoluciones que dejará la pandemia (que se encargó de llevarse, por cierto, al inquieto Larry King, casado siete veces) será la de los antiguos heraldos anunciando el cambio de los tiempos. ¿A quién creerle, a quién atender? Ah, qué tiempo aquel en que todo se resolvía con don Guillermo Vela despidiendo los horrores de la fecha con su cordial, “Buenas noches, a usted”.