A pesar del clima maravilloso, a las 17 horas del domingo 15 de Julio había muy poca gente en las calles de París. En cambio, los cafés y los bares estaban repletos, así como las llamadas ‘fans-zones’ que corresponden a los espacios equipados con pantallas gigantes, controlados y resguardados por autoridades. Para proteger a la población, un total de 63,500 policías, 46,500 gendarmes y 44,000 bomberos se encontraban en servicio ese domingo en toda Francia.
Cada gol de la selección francesa levantaba un clamor enorme en la capital. El presidente Emmanuel Macron, viajó hasta Rusia para presenciar la final y tuvo la excelente idea de invitar a un niño de 12 años llamado Yanel que nunca había asistido en persona a un partido, así como a un militar francés herido en Africa, dónde perdió un brazo y una pierna.
Una vez conocido el resultado del partido, la avenida de los Campos Elíseos se llenó de decenas de miles de personas que celebraban la victoria. Es una lástima que un festejo tan alegre se haya visto empañado por los actos vandálicos de unos cuantos: un comercio muy conocido fue deteriorado, mientras que un puesto de periódicos fue quemado en la misma avenida.
El lunes a las 19 horas apareció por fin el autobús de techo abierto que transportaba al equipo francés de futbol. Varios millares de personas les esperaban en los campos Elíseos desde las 17 horas, todos estaban impacientes por aplaudirles y ver la copa. Para cerrar con broche de oro esta ola de festejos, los jugadores y sus familias fueron recibidos en el Palacio del Elíseo, residencia del presidente de Francia, donde la fiesta se prolongó hasta las diez de la noche.