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Córdoba y los trenes de la Revolución

En abril de 1916, al terminar la fase más violenta de la Revolución, el Presidente Carranza logra instalarse en la capital. Se podría esperar entonces un periodo de calma en la región entre México y Veracruz, donde se había anteriormente replegado el gobierno de Carranza. Ocurre lo contrario, como lo documenta el relato inédito de Yves Cozic, marinero francés que custodiaba la Embajada de Francia en México en aquel entonces. Su diario documenta una larga lista de acontecimientos horrorosos que ocurrieron en la línea del ferrocarril El Mexicano.

Los ataques empezaron en abril de 1916, cuando un miembro de su destacamento salió rumbo a Veracruz en un tren provisto de vagones blindados. De regreso, cuenta que el tren se descarriló, sin más daños. Pero el 19 y el 21 de mayo, dos trenes militares explotaron entre México y Veracruz. El 26 de junio, el ataque de otro tren dejó un saldo de unas 200 victimas civiles. El 30 de septiembre, un nuevo atentado hizo un número desconocido de muertos.

El 6 de noviembre, los partidarios de Félix Díaz pararon un convoy llegando de la capital, y lanzaron la locomotora en la pendiente vecina, donde fue a chocar con otro tren que se descarilló. El 10 del mismo mes, un marinero de la embajada subió al tren Interoceánico, que pasaba por Jalapa, donde se le informó del ataque del tren llegando de Veracruz en la estación de Banderillas. Los revolucionarios habían ejecutado a la escolta militar antes de quemar el tren con todo y los cadáveres. Los trenes enviados en su auxilio fueron también atacados. Cuatro vagones se descarrilaron y cayeron en una barranca, dejando un saldo suplementario de alrededor de 100 muertos y heridos, entre ellos varios extranjeros. Cuando por fin el marinero logró seguir su viaje, registró los restos de unos treinta trenes en las barrancas. Escribe Cozic «de los dos lados de la vía férrea, yacen los restos quemados de otros trenes.» Al llegar a la capital, se enteró del ataque de los dos trenes que iban detrás del suyo.

El 14 del mismo mes, unos zapatistas atacaron, sin éxito, el tren militar que iba de explorador. El 27 de noviembre, los zapatistas explotaron un túnel: el tren que venía de Veracruz tardó cuatro días para llegar a México.

El 2 de febrero de 1917, los revolucionarios atacaron simultáneamente tres veces: un tren militar, otro de pasajeros donde robaron la receta de la aduana de Veracruz y cerca de Córdoba, un tren de mercancías que lanzaron en la pendiente contra otro tren que subía. Se desconoce también el número de víctimas. Un tren saliendo de Veracruz explotó cerca de Tierra Blanca el 23, y el 1 de marzo, una pandilla armada encabezada por una mujer atacó otro tren asaltando a los pasajeros.

El 18 de marzo, un tren que venía de Veracruz tuvo que pararse primero en Paso del Macho, donde unos vagones se estaban quemando, después en Orizaba y en Maltrata, consecutivamente a los combates para liberar las vías. El 21 de julio, los zapatistas atacaron de nuevo la estación de Maltrata. El 5 y el 30 de Octubre, se produjeron asaltos en la línea México-Veracruz, mientras que el 31, cerca de Paso del Macho y Villa Tejada, guerrilleros dispararon a siete trenes diferentes.

El papel de los ferrocarriles en la Revolución mexicana es un tema muy conocido y bien documentado. Sin embargo, destacan los eventos mencionados arriba. Por supuesto, después de la victoria de Carranza, ataques similares en otras líneas se producen por parte de grupos enemigos, pues los revolucionarios trataban de cortar su principal eje de abastecimientos. ¿Pero, cuáles revolucionarios? Intervinieron no sólo los zapatistas, sino también los partidarios de Félix Díaz o de Peláez, esos últimos asociados a los villistas, y posiblemente verdaderos bandidos.

Además, los ataques buscaban la destrucción de las infraestructuras, como lo atestigua el deterioro del túnel o los ataques a las estaciones ferrocarrileras. Este tipo de guerra terrorista obligó al ejercito constitucionalista reclutar el ingeniero serbo Kaftanish, encargado de la reparación rápida de los puentes y de los túneles, al mando de una unidad de obreros especializados. Pero, a la diferencia de lo que ocurría en otras partes de México, los asaltantes no vacilaban en matar inocentes pasajeros, civiles, en cantidades impresionantes. Un fenómeno poco documentado en el resto de la República mexicana.

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