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Cosas inútiles que valdrían la pena.

De repente me gusta pensar en utopías.   La primera utopía que se me ocurrió es escribir una sugerencia a nuestros legisladores, diputados federales y senadores, que sé no será leída, atendida ni escuchada, pero siempre es bonito hablar del mundo ideal al que debemos aspirar aunque jamás se alcance.  Cuando menos acercarnos a ese mundo ideal, ayuda a mejorar las condiciones de vida de los mexicanos.

La primera que se me ocurrió fue la de comenzar a escribir la verdadera historia de México.   Recuperar el esplendor del virreinato, de todos los virreinatos  y reinos que hubo en territorio mexicano, el reino de la Nueva España, el reino de Nueva Galicia, el reino de Nueva Vizcaya, el reino de Yucatán y el reino de León.

Explicarle a los mexicanos de hoy, que debemos estar orgullosos de nuestro pasado glorioso.  De la unión de distintas etnias y tribus para derrocar al invasor caníbal y salvaje que sentó sus reales en Tenochtitlan, que el día que cayó Tenochtitlan es día de fiesta para todos los grupos étnicos sometidos por los mexicas. Explicar sobre todo, que aunque por accidente histórico nos denominamos mexicanos, no somos herederos de esos salvajes que medio controlaron la zona centro sur del país durante los últimos 50 años previos a la caída de Tenochtitlán.  

Urge perder el sentido de hijos de la chingada y perdedores que se ha inculcado por parte de la historia oficial.  Esa historia que se inventó para dar sentido primero a las luchas de independencia, y después a la revolución mexicana, y hoy a la cuarta transformación. 

Los mexicanos deben saber que México fue el centro económico del mundo durante el siglo XVI y XVII.  Que esa nación que surgió de la mezcla de los indios americanos y los europeos, construyó una nación de la cual podemos estar orgullosos, así como estamos orgullosos de todo lo construido durante el período virreinal.  

De una vez por todas, explicar que la esclavitud fue abolida en cinco ocasiones diferentes, por parte de la corona española. Y que los nativos americanos fueron tratados como súbditos de la corona, no como esclavos.  Esto porque la ignorancia promovida desde la conveniencia del estado, nos ha hecho creer que los abusos de los colonialistas de fines del siglo XVII y XVIII, esas naciones europeas saqueadoras y genocidas, como Bélgica, Inglaterra, Holanda, Francia, Italia, etc., son equivalentes al trato que se dio a los nativos americanos en el territorio que hoy es México, y eso es falso.

Debemos entender que cuando los animales domésticos fueron traídos de España, también llegaron las enfermedades que esos animales transmitían. Y eso diezmó a la población.  Pero el descubrimiento de América era inevitable, y la civilización del continente también.  Personajes de inicios del renacimiento se encontraron con civilizaciones de la edad de piedra que desconocían la rueda y la metalurgia, y las trajeron en pocos años, cinco mil años adelante en la historia.

Que el que las civilizaciones de Mesoamérica estuvieran atrasadas con respecto a las europeas, no es ni bueno ni malo,  así era su circunstancia histórica.  El aislamiento no había exigido avances más rápidos como se dieron en Eurasia.   Y también que la mortandad por epidemias era inevitable, como inevitables fueron las epidemias de peste en Europa.   No había los conocimientos en la época para conocer su origen, prevenirlas y mucho menos evitarlas.

Los mexicanos tienen derecho a saber que hasta la independencia, la mayoría de la población hablaba sus lenguas nativas.  Y se había respetado su organización social y de gobierno.  Debemos reconocer que el abuso y la destrucción del patrimonio cultural de los indígenas en el territorio mexicano comenzaron poco antes de la independencia cuando llegaron los borbones al poder en España y quisieron convertir a los virreinatos en colonias, y después durante la independencia, por el abuso de los nuevos mexicanos criollos y cultos sobre las comunidades indígenas.

Eso nos permitiría comprender que en lugar de pedir una disculpa a España, deberíamos estar orgullosos de esa mezcla entre españoles e indios que dio origen a lo que hoy es la mexicanidad.  Avergonzarse del pasado, impide tener la certeza de un futuro mejor.  Nos convierte en víctimas, cuando somos herederos de culturas exitosas y triunfadoras.   Vencer la mentalidad de fracaso del mexicano es un gran reto educacional.

Incluso, reconocer la injusticia del México independiente contra los indígenas, nos obligaría a responderle a los que quedan, que siguen siendo víctimas de un sistema que abusa de ellos, HOY, no hace  500 años.  Las comunidades indígenas son las más pobres y olvidadas del país.

Entiendo que reconocer las mentiras que se nos han inculcado no es fácil.  Reconocer que Hidalgo no es el padre de la patria sino Iturbide, y que por traiciones lo fusilaron sus contemporáneos y ex aliados es vergonzoso… los psicólogos afirman que para comenzar a sanar, la psique requiere reconocer lo que hizo mal.  Eso mismo pasa con los pueblos, tenemos que reconocer que muchos de nuestros héroes patrios son fabricados, otros grandes ladrones y asesinos. Ubicar a cada quién en el lugar que les corresponde, eliminando mitos, y mostrando seres humanos con virtudes y defectos que nos trajeron al México moderno que hoy tenemos. 

Traumático y difícil, sí.  Urgente y necesario, también.  Reconciliarnos con nuestro pasado, nos permitirá reconciliarnos con nuestro presente, y caminar juntos hacia un futuro asentado en bases firmes, no en mentiras, mitos y barro resbaladizo. 

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