El presidente electo Andrés Manuel López Obrador está dando muestras extremas de civilidad política con el régimen concluyente en cuanto a la transición gubernamental se refiere y hasta benevolencia con funcionarios y exfuncionarios sobre quienes pesan ostensibles sospechas de un sinfín de irregularidades y hasta ineficiencias.
Ahora veremos muy pronto lo siguiente: la realidad de lo que se dice y lo que se va a hacer.
Hay muchas dependencias en donde los titulares y principales subalternos han de estar que se comen las uñas, al menos en unas cuantas secretarias. Comunicaciones y Transportes -en donde hasta el más mínimo trámite cuesta-; Desarrollo Social, cuya titular Rosario Robles está muy molesta por los señalamientos que sobre ella pesan por parte de la Auditoría Superior de la Federación de unos cuantos milloncitos, aunque en su favor López Obrador ya la calificó de chivo expiatorio, lo cual, dicen, se verá. Sólo con estas dos dependencias hasta chispas saldrán.
El electo también sudó la gota gorda en el último foro sobre seguridad en donde cientos lo esperaron sólo para plantearle, exigirle, más que disculpas y olvidos, justicia.
Justicia que incluye tantas actividades necesarias en el propósito de su plan de gobierno contra corrupción, impunidad y seguridad.
Asunto de verdad complejo que un familiar pueda dejar de lado el agravio de no saber ni en dónde quedaron luego de meses o años, sus parientes. O de los que por una u otra circunstancia fueron asesinados, sin saber ni quién ni cómo o ni cuándo, colaterales en la suma. En estos casos el tiempo suele correr en contra de toda posibilidad de esclarecer un hecho y mucho menos aplicar la ley.
En esto el presidente electo tiene en verdad una tardea muy ardua, por un lado llama a perdonar sin olvidar, por otro escucha ni perdonar ni olvidar sino aclarar y actuar.
En fin, asunto difícil el que tiene enfrente y que supone la buena voluntad de los connacionales hacia una tendencia a revertir los episodios que colocan a México en una condición compleja en cuanto a seguridad nacional.
Causas, muchas y consabidas. El propio ejecutivo electo ha manifestado que son la falta de oportunidades, de educación, de indiferencia, de hartazgo, lo que conduce a altos índices delictivos organizados y los llamados del fuero común. No sólo adultos, sino los jóvenes ninis, que van por los siete millones de connacionales en esas condiciones y hasta niños metidos en lo que no.
Lo cierto es que hay que empezar por casa, sin esperar demasiado del exterior.
La sociedad tiene mucho por participar en estas políticas centrales esbozadas por López Obrador, aunque suponga que haya chivos expiatorios hombres y mujeres del alta, media y baja administración.
Atraque 1: Marinos mercantes de todo el país se quejan de la falta de trabajo, al grado que muchos de ellos son confinados a otras actividades alejadas a las propias. Si hay 11 mil 122 kilómetros de costas, cuánto ahorro no habría de llevar mercancías, productos químicos y demás de sur a norte y norte a sur por el Golfo, el Pacífico y el Caribe. 80 por ciento sin actividad, entre otras causas por la reforma energética.
Atraque 2: Muy escasas las campañas en favor de la preservación de la naturaleza en el país y menos la aplicación de leyes. Por ejemplo, no sólo tala clandestina en Estado de México, Michoacán, Guerrero, Campeche, Quintana Roo, Veracruz, Chiapas, Quintana Roo, a veces controlada por la diversificada delincuencia organizada, más la “legal” y la de subsistencia.