Las Olimpiadas parisinas dejaron sorpresas agradables, inútiles imprudencias de los organizadores y algunos eventos que cuestionaron criterios en la selección de los deportistas.
Sin duda, uno de los más notables y desafortunados fue el suscitado por la identidad sexual de el o la argelina Imane Khelif, pugilista que obtuvo la medalla de oro en ese discutible deporte.
Si antes la identidad sexual se determinaba simplemente por los cromosomas X y Y, ahora los genetistas se divierten navegando en las profundidades de los genes, donde hallan que no es tan fácil definir el sexo de una persona. Hay detalles en la interioridad de los genes que ponen a pensar si ahora habrá que organizar, no solo las olimpiadas, sino toda la vida social en una complicada variedad de identidades sexuales. Vaya lío.
En la iglesia católica, lo mismo que en otras religiones, en sus largas o cortas existencias, se han presentado acontecimientos que han dado lugar a controversias, incluso, a algunos escándalos cuando se trata de identificar hombres y mujeres.
En este contexto, se menciona a tres mujeres que han sido poderosas al interior de los muros vaticanos. A inicios del siglo X, en la alta Edad Media, se dio el caso de Marozia, «la Donna Senatrix», hija de Teodora, una muy influyente noble romana, y del senador Teofilacto. Se dice que ellas, madre e hija, fueron determinantes en la elección de varios Papas como Sergio III, Anastasio III, Juan X, León VI, Esteban VII y Juan XI.
Otra mujer poderosa en el Vaticano fue Olimpia Maidalchini, «Donna Olimpia», noble que, se dice, influyó notablemente en la elección de su cuñado como el Papa Inocencio X, en el año 1644. Hija de Sforza Maidalchini y de Vittoria Gualterio, al morir su segundo marido se convirtió en la principal asesora del Papa-cuñado.
Pero el caso más llamativo es el de Juana, mujer que vivió en el Vaticano y llegó hasta la cúspide de la jerarquía eclesiástica. Juana nació en 822, en Alemania. Era hija del monje Gerbert, evangelizador de los sajones. Conoció y se hizo muy amiga de Teodora, la mamá de Marozia.
Mujer inteligente y sagaz, para poder continuar sus estudios se hizo pasar por hombre y mudó su nombre por el de Johannes Anglicus. Estudió a los filósofos griegos y logró tal erudición que, a su regreso a Roma, impartió clases y fue reconocida por el Papa León IV, quien la encargó de atender la política del Vaticano en los asuntos internacionales.
Al morir el Papa León IV, con un gran prestigio de sabiduría y virtud, es elegida como su sucesora, con el nombre de Juan VII y su pontificado se desarrolló, inicialmente, con notables resultados en una Roma sumergida en corruptelas y conflictos entre poderosas familias.
En su vida personal, se dice que mantuvo una vida sexual muy agitada, con algunas aventuras amorosas que fueron muy notorias. Mantuvo relaciones con el embajador de Sajonia en el Vaticano y, al no tomar las debidas precauciones, quedó embarazada. Logró disfrazar su estado con amplias vestimentas, con su fama de virtuosa y con el velo que la cubría al considerarse imposible que un Papa saliera con un asunto tan gravoso y… grávido.
Consciente de la imposibilidad de un aborto, disfrazó su estado hasta donde le fue posible y decidió tener al hijo y luego ocultarlo. Pero… durante una procesión por las calles de Roma, aumentan los dolores, rompe aguas, el parto se adelanta y, ocultándose en un callejón, da a luz.
Es fácil imaginar la sorpresa y el desconcierto de todos los peregrinos al ver a su Papa en ese trance… Y no terminó ahí el desaguisado. De la sorpresa pasaron al escándalo y de ahí a la ira y, enardecidos y furiosos, apedrearon al infeliz pontífice hasta causarle la muerte.
Este lamentable episodio originó una curiosa medida: se instruyó a un comisionado para que verificase manualmente la virilidad de los Papas elegidos, a quienes se hacía sentar en una silla con una perforación. Si el examinado pasaba la prueba, el explorador sentenciaba en latín: Duos habet et bene pendentes, cuya traducción no es muy complicada. Costumbre, afortunadamente, derogada. (https://www.nuevatribuna.es/articulo/cultura—ocio/la-papisa-juana/20120625.html).
La verdad histórica, leyenda o mito de esa papisa, como tantas otras, no está totalmente comprobada, pero bien pudo haber sido ideada para no correr riesgos innecesarios. Los sucesos del pasado siempre hay que ubicarlos en el tiempo y en las circunstancias en que se dieron, y no juzgarlos desde criterios actuales, pues muchas veces o no se entienden correctamente o solo se mencionan para fines sesgados. Pero, eso sí, nadie puede dudar de la gran sagacidad femenina.
grdgg@live.com.mx