El delito era de “disolución social”, algo como eso, y consistía precisamente en perturbar el orden público. El movimiento estudiantil de 1968 esgrimió como una de sus demandas principales la derogación del artículo 145 constitucional que, desde 1940, perseguía a quienes “de forma hablada o escrita” hiciesen propaganda “difundiendo ideas, programas, o normas de acción” encaminadas a enturbiar el orden social, ya no se diga la soberanía del Estado. Por ello los disolutos de entonces, Demetrio Vallejo, Valentín Campa y David Alfaro Siqueiros fueron encarcelados.
Mi diccionario así lo define. DISOLVER: “Separar las partículas de una materia en un líquido, de manera que queden incorporadas en él”, o “deshacer algo extinguiendo sus componentes”. Y lo cuento porque se ha convertido en el verbo de moda, ahora que pretendemos deshacer lo precedente y reconfigurar un futuro no precisamente diáfano. Y si disolver equivale a “disipar o destruir” algo, disoluto (más que entregado a los vicios) podría significar eso que estamos presenciando… deshacer lo habido, “poner fin a los componentes” del agravio.
¿Estamos? Disueltos en ácido fueron desaparecidos, materialmente, los tres estudiantes de cine (Javier, Daniel y Marcos) secuestrados en Guadalajara un mes atrás. El procedimiento está por demás visto en series de televisión (comoBreaking Bad, de Netflix) y consiste en eliminar a la víctima en un recipiente de ácido clorhídrico, no dejando un solo rastro de la misma. A los encargados de este procedimientos, bien sabido, se les llama “pozoleros” y su oficio no es distinto a los criminales de guerra encargados de lo mismo en los hornos de Auschwitz y Birkenau de las brutales Schutz-Staffel (SS).
Lo mismo se ha “disuelto” la banda terrorista de ETA, cuyas siglas significan, ¿o significaban? “País Vasco en Libertad”, luego de medio siglo de luchar contra el régimen franquista, primero, y después contra la naciente democracia española. Si bien fueron protagonistas del atentado que en 1973 fulminó al presidente de gobierno, almirante Luis Carrero Blanco –magnicidio que aceleró, paradójicamente, la transición pacífica del régimen dictatorial al primer gobierno de conversión parlamentaria–, no deja de recordarse los 829 asesinatos que la banda perpetró en aras de su proyecto libertario, secesionista y radical. Ahora los dirigentes históricos (abril 18) han hecho una declaración histórica en la que piden perdón a sus víctimas y anuncian la disolución del movimiento y el fin de su lucha armada.
Disolver, diluir, liquidar. El verbo es lo de menos pero está siendo conjugado en algunas centrales del partido que 90 años atrás fundara el Jefe Máximo de la Revolución, Plutarco Elías Calles. Las encuestas son sólo eso, indicativos del momento, pero en la corporación heredada de aquel Partido Nacional Revolucionario los nervios están de punta. “No sólo la presidencia”, se dicen ahí dentro, “sino las ocho gubernaturas en juego” o, lo que es lo mismo, ¿cuál sería la diferencia con la extinción ocurrida en el Jurásico? La CTM de Fidel Velázquez (ausente desde 1997), la CNC, la CROC, que durante años operaron como puntales operativos del partido, ahora son polvo de aquellos lodos, pero con la apabullante derrota que se vislumbra en el horizonte, se preguntan, ¿qué queda por hacer?
Disolverse en la nada es menos que imposible. Inmolarse como los etarras en el país vasco, tampoco. Imaginemos entonces la migración natural, “convencida”, a las filas del partido-movimiento que pretende enseñorearse de la nación. Con las ruinas de los palacios de Moctezuma se erigieron las primeras edificaciones que serían la Catedral y el Palacio Nacional. Con buena parte de la Muralla China el timonel Mao Tse-tung ordenó construir escuelas y hospitales en el interior de ese país continental. La pregunta sería táctica, es decir, ¿cuándo ocurrirá la debacle? ¿Tres semanas antes del 1 de julio, o precisamente el día 2, ante el derrumbe consumado? “La conciencia nacionalista de esta federación, y sus convicciones populares, nos han llevado a decidir…”
Disolver, deshacer, extinguir. Nada es para siempre, advierten los sabios, así que ha llegado el momento de echar las sales minerales en la tina del baño, y que se disuelvan. Al agua con los disolutos.