*Con fuerza y determinación, el encierro es más llevadero. Camelot
Se va el abril de la pandemia. Llegará el Mayo de la Madre y del Trabajo, mientras los 30 de abril languidecen, porque los niños y niñas viven en el encierro fastidioso. Cero festejos, cero payasos, cero diversiones. El mundo recobra su quietud en el planeta. Los animales salvajes bajan al pavimento, como en San Pedro Garza, Nuevo León, donde se ha visto hasta un oso merodeando entre la quietud de las calles abandonadas. Los mares recobran su esplendor, hay luminosidades cuando la luna refleja y le da un aire de ciencia ficción, cuando la gente abandonó sus lugares, como los abandonaron los indios de Lago Salado, los de Utah, los llamados Soshones, que en aquellos años inciertos llegaron los hombres de piel blanca y los fueron aniquilando, y los pocos que sobrevivieron, al paso de los años, les dieron sus reservas donde podían vivir para no mezclarse con los blancos, así me tocó ver una de estas aldeas, donde además a algunos grupos les dieron de concesión casinos, para que su pueblo se mantuviera en la economía. Rumbo a Provo, la vez que allí anduve por el templo de la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días, conocido como el templo mormón. Al pasar por esas carreteras llenas de nieve y de copos y donde el alimento del ganado lo tienen bajo techo y en pacas, porque la nieve no deja que nada se dé, pues durante seis meses tienen unos fríos del carajo, con nevada constantes y la gente casi sin salir, como si fuera pandemia, los Mall o tiendas de comercios las abren muy temprano para que los viejitos puedan ir ahí a caminar, solo para ellos. Llegué a la aldea y me sentía John Wayne cuando la visité, extraordinaria, con sus manos ofertan y venden los productos que allí hacen. Tienen en Salt Lake City una cabaña muestra donde explican cómo vivieron los primeros misioneros que llegaron huyendo de la ley, porque a Brigham Young, siguiendo los lineamientos de Joseph Smith, huian por la poligamia que eran acusados por el gobierno, llegó a tener el amoroso Brigham 27 esposas y 52 hijos, y al paso de los años es una comunidad fuerte, se han levantado como un estado donde los mormones son mano, ellos eligen a su gobernador y autoridades y viven muy en paz, abrazando a su iglesia, cuidándose entre ellos. Me acordé porque por allí pululan venados y osos, y es común verlos cuando se anda por sus carreteras estatales. Solo por eso.
LOS GOLES MALDITOS
Lavolpe se retira como entrenador. Revivió en una entrevista, aquel gol maldito que nos hizo Argentina cuando los teníamos mordiendo el polvo. En aquel Mundial de octavos de final cuando Maxi Rodríguez cerró los ojos y disparó y metió un gol que ni él mismo se imaginaba. Un churro, pues, todos creían que centraba, pero se zurró el muy gandalla. Lavolpe cuenta, 14 años después, que regañó al defensa, Gonzalo Pineda, de que no lo apretó. Y pues quedó para la historia, eliminados nos fuimos. El otro gol maldito ocurrió en el Mundial de Chile (1962). Aun los veteranos recuerdan aquella historia del cómo si ‘hubiera’ hecho esto o lo otro. Ah, esos hubiera. Sucede que México contra España estaban empatados al minuto 90, era un punto con sabor a gloria porque, lueguito después jugaron contra Checoslovaquia y le ganamos 3-1, con eso calificábamos a la otra ronda. Pero quiso el destino que, desde el marco contrario, los españoles jalaron la bola y un Gento, un cántabro que de chiquito sus papás lo ponían a corretear cabras, el muy gandalla corría como un auto de Fórmula Uno, se fue hasta el otro lado de la cancha, el defensor Cárdenas lo tenía a la mira, pero no quiso faulearlo, centró y un defensor la peinó hasta el español Peiró, y ese abatió al gran portero, Tota Carbajal. Lo narro ahora porque lo veo en Youtube. Ese gol maldito lo seguimos recordando, dio pie a que el cronista Fernando Marcos, que narraba ese juego, en sus goles inesperados contra México, siempre terminara quejándose: “¿Por qué, Señor, porque a nosotros siempre nos pasa esto? ¿Por qué?”.
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