El cine francés a veces sorprende con films bellos, o al menos de distracción. La vieja escuela francesa, de los grandes actores, la de Jean Paul Belmondo, Depardieu, Marion Cotillard, Sophie Marceau, Eva Green, Catherine Deneauve, el gran Alain Delon, la siempre bella Brigite Bardot, Jean Moreu y Jean Luis Tringtinant. Son muchos los actores y son muchas las películas de Francia. Ahora, hace menos de un mes, cuando caminé una mañana París como romero retratando sus calles, las famosas Rue, vi anunciada en marquesina una cinta de Kristin Scoth Thomas, la inglesa, Suite Francesa, se llama, y toca tema de la Segunda Guerra Mundial, de aquel Paris ocupado cuando Hitler llegó a Trocadero a ver la Torre Eiffel y retratarse con su arquitecto consentido, Albert Speer. En México llegaron dos películas francesas, sencillas, no grandes producciones pero el tema ha gustado. Hace no mucho, en los cines de los Ramírez, Cinepolis, proyectaron con gran éxito una llamada ‘Intocables’, donde ‘Philippe, un aristócrata que se ha quedado tetrapléjico a causa de un accidente de parapente, contrata como cuidador a domicilio a Driss, un inmigrante de un barrio marginal recién salido de la cárcel. Aunque, a primera vista, no parece la persona más indicada, los dos acaban logrando que convivan Vivaldi y Earth Wind and Fire, la elocuencia y la hilaridad, los trajes de etiqueta y el chándal. Dos mundos enfrentados que, poco a poco, congenian hasta forjar una amistad tan disparatada, divertida y sólida como inesperada, una relación única en su especie de la que saltan chispas’. Cinta que demoró buen tiempo en carteleras. Llegó otra que acabo de ver hace dos días, ‘Dios mio, ¿pero qué te hemos hecho?’. Claude y Marie Verneuil son un matrimonio muy tradicional, ambos católicos y padres de cuatro hijas, a las que han tratado de inculcar sus valores y costumbres. Pero no siempre esto ha sido una tarea fácil. La pareja pasó el primer mal trago con la noticia del matrimonio de su hija mayor con un musulmán, a éste fue seguido el de su segunda hija con un judío y al de la tercera con un chino. Aunque el matrimonio trata de mantener una mente abierta, en el fondo, siguen depositando todas sus esperanzas en su hija menor, esperan que al menos ella se case en la iglesia. El optimismo de los Verneuil aumenta cuando la joven conoce a un muchacho católico con el que comenzará a salir. ¿Conseguirán los Verneuil que al fin una de sus hijas continúe sus tradiciones? Véanla, es buena, vale la pena el boleto.