Muchas versiones e interpretaciones han surgido luego del botellazo lanzado hacia donde caminaba el presidente Andrés Manuel López Obrador, a quien, dicho sea de paso, deben dejar que concluya su mandato y ya. Unos dicen que los de la CuatroTe armaron el “show” para culpar a los trabajadores del Poder Judicial y así hacerlos quedar como vulgares alborotadores y violentos. Otros opinan que el verdadero autor del borlote se llama Miguel Ángel Yunes Linares como para demostrar que en esta zona conurbada sólo sus chicharrones truenan. Esto es ridículo y el propio Yunes ha de estar desternillándose de risa por este señalamiento. ¿O ustedes creen que él pudo haber sido el organizador de la travesura?
A López Obrador la botella le hizo lo que el viento a Juárez, ni lo despeinó ni lo inmutó y continuó saludando tranquilamente a la gente con los brazos en alto sin darle gran importancia a los gritos y al improvisado proyectil arrojado en su contra, mientras que el gobernador Cuitláhuac García no sabía cómo reaccionar ante el inesperado e inocuo ataque ocurrido el domingo en la alegre ciudad de Veracruz.
Al presidente Luis Echevería le atinaron en la testa con la piedra que le aventaron en Ciudad Universitaria en 1975. A Lopez Obrador le pasó lejos la botella. Corrió con más suerte.
La violencia engendra violencia y en vez de resolver problemas, los complica.