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El Fotoparque de Cempasúchil en Tlaxcala: Entre la Tradición, el Turismo y el Espectáculo Visual

En un mundo cada vez más inmerso en la inmediatez de las redes sociales, donde los momentos efímeros se traducen en recuerdos filtrados a través de un lente, las experiencias turísticas empiezan a moldearse bajo la sombra de la imagen perfecta. Tal vez, lo que ocurre en Atexcatzinco, Tlaxcala, sea un ejemplo claro de esta nueva era del turismo visual. Allí, el “Fotoparque de Cempasúchil Santum” abre sus puertas con una oferta que combina la tradición, el espectáculo natural y el marketing de experiencias para una sociedad ávida de momentos fotográficos.

La propuesta no es nueva en el panorama turístico nacional; el fenómeno de los “fotoparques” ha crecido exponencialmente en México en los últimos años, siguiendo la estela de destinos como los campos de lavanda en Querétaro o los jardines de girasoles en diversas partes del país.

Aunque en el estado de Veracruz parece que todavía no se han dado por enteradas las autoridades de Turismo, encargadas de promover los sitios atractivos.

Sin embargo, lo que distingue a Santum es su capacidad para mezclar dos elementos profundamente enraizados en nuestra identidad cultural: el cempasúchil y la festividad de Halloween. Este espacio ha logrado crear una conexión entre lo ancestral y lo contemporáneo, pero, más allá de la estética, es necesario preguntarnos: ¿Hasta qué punto este tipo de iniciativas logra trascender lo superficial y aporta al respeto y comprensión de nuestras tradiciones?

El fotoparque, inaugurado a mediados de octubre, destaca por su planteamiento visual, pero también por su enfoque turístico. La primera sección del espacio está ocupada por un sembradío de cempasúchil de la variante china, una flor que es sinónimo de la temporada de “Día de Muertos” en México. Esta flor, que cubre una hectárea de terreno, no solo se ha convertido en el principal atractivo del lugar, sino que ha revitalizado un interés por la tradición de las ofrendas y altares, mientras se posiciona como un objeto de consumo para quienes buscan capturar la imagen perfecta. Sin embargo, debemos cuestionarnos si este nuevo uso del cempasúchil está contribuyendo a su apropiación cultural o si, por el contrario, está reduciendo la flor a un simple objeto ornamental, despojándola de su carga simbólica.

No podemos ignorar que el cempasúchil, más allá de su belleza, tiene un profundo valor en nuestras creencias. Es un puente entre los vivos y los muertos, una flor cuyo color y fragancia guían las almas durante las festividades del Día de Muertos. ¿Es correcto que su florecimiento sea aprovechado principalmente como un gancho turístico, con la finalidad de hacer negocio a costa de la espiritualidad que representa para millones de mexicanos? Es fundamental que este tipo de iniciativas no caigan en la trampa de la superficialidad comercial, y que, al mismo tiempo, ofrezcan una experiencia que respete y dignifique las raíces culturales que estamos celebrando.

No obstante, el fotoparque no se limita solo a la flor de muerto. Su propuesta es más amplia. “Pumpkin Santum”, una segunda sección dedicada a Halloween, incluye decoraciones como calabazas de Texas y espantapájaros de madera, buscando dar cabida a una celebración importada que, aunque tiene un creciente eco en nuestro país, aún no logra insertarse completamente en las dinámicas sociales mexicanas. Este componente, indudablemente, se alinea con la tendencia global hacia la celebración del “Halloween”, pero lo hace de manera tan explícita que a veces parece forzada. El entrelazamiento de una tradición mexicana ancestral con un festejo extranjero, a veces tan superficialmente comercializado, obliga a reflexionar sobre lo que estamos perdiendo de nuestra identidad al adoptar estos “fenómenos” sin un análisis profundo.

Por supuesto, el propósito del parque es enteramente turístico, como lo señala su propietario, Brian Munguía, quien asegura que el objetivo es ofrecer una experiencia única para los visitantes, sin restricciones en el uso de cámaras y fotografías. Esto es, en apariencia, un aspecto positivo, pues democratiza el acceso a la belleza del lugar. Los 100 pesos de entrada, relativamente accesibles para un sector amplio de la población, y con descuento a adultos mayores, permiten disfrutar de las flores, hacer fotografías y acceder a otras instalaciones, como los columpios y las decoraciones temáticas. No obstante, una vez más surge la pregunta: ¿realmente estamos valorizando el patrimonio natural y cultural, o simplemente estamos creando un parque temático más, al servicio del consumo masivo?

El fenómeno de los “fotoparques” es reflejo de un mundo que se está reinventando a través de la óptica de las redes sociales, donde las experiencias son fugaces, pero la necesidad de compartirlas en plataformas digitales es eterna. Los turistas que asisten al fotoparque buscan, más allá del goce estético, crear recuerdos visuales que puedan ser transmitidos a su comunidad virtual. En este sentido, Santum se convierte no solo en un atractivo turístico, sino en un lugar de consumo cultural, donde la tradición se expone al ojo público y se comercializa como parte de un catálogo fotográfico.

El reto, en este sentido, es encontrar el equilibrio entre el disfrute de los espacios naturales y la preservación de los significados que estos poseen. El cempasúchil no debería ser solo una flor para ser fotografiada, sino un símbolo que inspire reflexión, respeto y memoria. El Halloween, por su parte, podría ser una oportunidad para reforzar las tradiciones populares locales en lugar de diluirse en la influencia de festividades ajenas.

Es imperativo que los destinos turísticos como Santum no se conviertan en escaparates vacíos de cultura, sino que mantengan un compromiso con la autenticidad, la educación y el respeto a nuestras raíces. De lo contrario, estaremos ante una fachada de tradición, que oculta una versión adulterada de lo que realmente significa ser mexicano en un mundo globalizado. La reflexión debe ser clara: ¿Queremos que nuestra cultura se convierta en un producto más, o deseamos que sea preservada y transmitida de manera genuina a las futuras generaciones?

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