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El Mayo Zambada; el narcotráfico; la obligada visión científica…

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Parte I

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En su obra El Siglo de las drogas (Espasa-Calpe, 1996) el investigador Luis Astorga narra “información relevante sobre una entidad federativa, Sinaloa, donde surgen originalmente las condiciones sociohistóricas de posibilidad para el cultivo y tráfico de opio en gran escala, y en donde en donde hacen su aparición los traficantes desde una época temprana”.
Ayer, jueves 31 de julio, veintiocho años después de la primera edición del libro clásico de Astorga -académico de la UNAM, catedrático en la UNESCO, nativo de Sinaloa- Ismael “El mayo” Zambada, apareció ante una juez de Texas sentado en una silla de ruedas, enfundado con un suéter en el que se lee Carpe Diem, tras una semana de haber sido detenido bajo condiciones hasta hoy ocultas en términos oficiales.
“El mayo” también es nativo de Sinaloa, donde inició desde la década de los años setenta -medio siglo atrás- la carrera delictiva que lo encumbró como uno de los líderes más poderosos del narcotráfico en México y el mundo.

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El académico Luis Alejandro Astorga Almanza, con doctorado en sociología por la Universidad de París e investigador en el Instituto de Investigaciones Sociales de la UNAM, ha sido pionero en el acercamiento científico al proceso de la producción y tráfico de las drogas, así como la evolución histórica sobre la concepción legal y social del mismo fenómeno.
Astorga nos acerca a los cambios drásticos de nuestra percepción moral y la concepción jurídica del Estado, en torno a una serie de productos de origen natural -actualmente también sintéticos- cuyo empleo plantea opciones curativas y recreativas: las drogas.
La obra El Siglo de las drogas, remite a la segunda mitad del siglo XIX y las primeras décadas del siglo XX, cuando la mariguana, la cocaína y el opio se producían o importaban y se vendían en México de forma legal.
“En el Porfiriato, las importaciones de opio alcanzaron cifras sólo comparables, parcialmente y con algunas reservas, con las presentadas como destrucción del opio y la heroína para el periodo 1983-1991 en el Programa Nacional para el Control de Drogas 1989-1994. Las cantidades de opio importado oscilaron entre casi ochocientos kilos y cerca de doce toneladas, en el periodo que va de 1888 a 1911. El número de habitantes de la época era poco más de quince millones en 1910, y el consumo de opio, en forma de láudano y otros compuestos opiados, era legítimo y usual”.
“Los vinos (cordiales) con coca y los cigarrillos de mariguana (para combatir el asma, por ejemplo) formaban parte de los productos que se ofrecían normalmente en las farmacias. En periódicos y revistas de finales del siglo XIX y todavía hasta los años treinta del siglo actual, se anunciaban estos fármacos y las propiedades curativas que les atribuían. En las farmacopeas de la época se indicaba cómo preparar los compuestos con esas sustancias, las diversas formas que deberían existir en toda farmacia digna de ese nombre, a saber, jarabes, extractos, tinturas, etcétera, así como las dosis máximas para adultos y niños.”
“Las preocupaciones que empiezan a surgir a finales del siglo pasado, se refieren a las dosis a partir de las cuales el uso de esas sustancias provoca intoxicaciones, así como a las adulteraciones realizadas por personas ajenas a la profesión farmacéutica. En otras palabras, preocupan la medida justa, el control de calidad y los agentes sociales que pueden garantizar tales cosas legítimamente, El uso terapéutico no se pone en duda y los juicios morales están muy lejos de la orientación actual, aunque ya es posible encontrar muestras de un cambio de percepción. Los farmacéuticos defienden su profesión y los intereses de su corporación. Rechazan ser considerados como “médicos de segunda” y critican la ineficacia de la reglamentación sanitaria para controlar la venta libre de algunas plantas como la mariguana, por ejemplo, que se podía adquirir fácilmente en el mercado de La Merced y en otros de la capital del país.”
En Sinaloa, datos estadísticos de 1886 consignan ya desde entonces la existencia de la adormidera blanca entre la flora de la región, así como cáñamo de indio o mariguana -en 1828 se consigna ésta entre la flora de Sonora- y son clasificadas como plantas textiles y oleaginosas, pero no como medicinales.”
“Entre las causas de ingreso a las prisiones, a finales del siglo XIX y principios del XX, se encuentran más seguido la ebriedad y las riñas, raras veces el consumo de mariguana, opio y sus derivados o cocaína. Hay noticias de muertes y suicidios por sobredosis de morfina o de láudano. También publicidad de una clínica de la ciudad de México que trataba casos de morfinomanía.”
“Antes de la prohibición del cultivo y comercio de la mariguana en 1920 y de ésta y la adormidera en 1926, las noticias relacionadas con esas plantas se refieren principalmente a los usos sociales de la mariguana: entre los soldados, prisioneros, gente del bajo mundo, pero también de gente acomodada que asiste a fumaderos especiales decorados al estilo oriental. Cuando se habla de fumaderos de opio se les relaciona invariablemente con las minorías chinas.”

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“Mi papá es Ismael Zambada García. El Mayo es su sobrenombre más común. Pero también le dicen el Padrino, la Doctora, la Señora, y las personas más cercanas como mi compadre Chapo, lo llaman la Cocina. Era un código que se usaba en el teléfono para hacer referencia a mi padre.”
Fragmento, tomado del capítulo Soy el hijo del Mayo Zambada, del libro El traidor. El diario secreto del hijo del Mayo. (Anabel Hernández, 2019)

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