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El pueblo y la gente

Leo un muy claro y severo artículo de José Woldenberg, maestro de la UNAM y quien fuera presidente del INE, en el que hace una atinada reflexión sobre dos conceptos que predominan en estos tiempos por todos los rumbos de este planeta: pueblo y demagogia.

Antiquísimos, ambos términos. Se remontan a las grandes civilizaciones que dieron materia y sustento al mundo entero desde hace siglos: Grecia y Roma. Ambas culturas fincaron su lugar en este mundo y han sido paradigmas de instituciones que han permitido que la humanidad aún persista en este angustiado planeta.

Demagogia fue, originalmente, el vocablo griego que indicaba la función de un buen gobernante, dirigente o líder. Conducir a un pueblo era una responsabilidad enorme, y ese pueblo al que se referían griegos y romanos eran los ciudadanos, es decir, los hombres libres. Para ellos, fundadores unos de la democracia y otros del Jus Gentium, el Derecho Romano, gobernar para el pueblo o gobernar el pueblo era un derecho y una obligación que se ejercía con pocas restricciones. La destitución de Pericles y del honrado Arístides, en Atenas, o la de Julio César en Roma fueron ejemplos de esa convicción.

Por estos andurriales las cosas son diferentes. Escribe José Woldenberg, «Llevamos desde 2018 escuchando a unos gobernantes que invocan al pueblo para todo. Que si el pueblo quiere, que si el pueblo piensa, que si el pueblo reclama, que si el pueblo necesita y sígale usted. Pero no sólo eso: ellos son y representan fielmente al pueblo y lo que hacen o dejan de hacer es por mandato de ese pueblo, fuente de toda virtud. De hecho, según esa retórica, el pueblo y sus dirigentes son una y la misma cosa. De lo que resulta, sin demasiada dificultad, que lo que quiere el dirigente es exactamente lo que quiere el pueblo. Ese macizo sin fisuras que les permite hacer y deshacer a su gusto. Y todo a nombre del pueblo» (https://www.eluniversal.com.mx/12/08/2025).

Así, pues, en estas supuestas y derrengadas democracias, el pueblo son los dirigentes y los dirigentes son el pueblo y su conjunción es inexpugnable, tanto para destruir un aeropuerto como todo un sistema de gobierno y de vida que, con altibajos, se ha (había) ido construyendo a golpes y cabezazos.

En consonancia con esta reflexión, me encuentro la referencia que Armando Fuentes Aguirre, Catón, hace también de la palabra «pueblo»: «Entre nosotros la palabra “pueblo” se entiende referida únicamente a los pobres, al proletariado, a lo que un marxista llamaría “las masas”, a los que Mariano Azuela dijo “Los de abajo”. En el México de la 4T no toda la gente es “pueblo”. Los empresarios no son pueblo, ni los banqueros, ni los grandes industriales, ni los profesionistas, ni los empleados de clase media. El pueblo son los campesinos y los obreros, el proletariado rural y urbano. Sólo a ese pueblo se dirigen los morenistas en sus sermones, que son por eso mismo populistas. No le hablan a toda la gente, es decir a todos los mexicanos» (https://pulsoslp.com.mx/1933643).

Relacionando lo escrito por estos intelectuales, podemos concluir que vivimos en un mundo límbico, en el cual todo se justifica en el juego ambiguo de una definición que ni es auténtica ni es la que puede constituir el basamento de una auténtica democracia, y sí el de una entelequia que nos aleja de ella.

Francisco, en su Autobiografía, escribe: «El pueblo no es una categoría lógica. Tampoco una categoría mística, si la entendemos en el sentido de que todo lo que el pueblo hace o dice ha de ser forzosamente bueno y justo, una especie de categoría angelical. No. El pueblo se forma en un proceso, con esfuerzo, por un objetivo o proyecto común. La historia se construye a partir de ese lento proceso de generaciones que se suceden». Lo demás, en consecuencia, «es la manera que utiliza con frecuencia el poder para justificarse a sí mismo, sobre todo cuando es ilícito o injusto» y añade: «Conectar con el alma del pueblo es un antídoto contra toda forma de populismo sectario que reduce esa alma a elemento faccioso e ideológico» (pp. 192-194).

Sentencia Catón: «Los mexicanos llegaremos a una verdadera madurez política cuando en nuestro país el pueblo sea considerado gente y la gente sea considerada pueblo».

Ya veremos si entonces nos acomoda o no lo que ahora está pasando con nuestra patria.

grdgg@live.com.mx

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