Volver a casa. Una delicia. Camelot.
Sábado por la mañana. De regreso a casa. Llego al aeropuerto Barajas-Adolfo Suárez-Madrid. Una carterista intenta meter mano a la mochila de Fer, pero Chicharito que va atrás le pega el grito y huye la ladrona. Alertamos a los polis. Madrid tiene ese pequeño problema, que hay carteristas, pero en lo otro tiene una seguridad que envidiaría cualquier país, las muchachas pueden salir de marcha cualquier día y se les puede ver caminando en la madrugada y nadie se mete con ellas. Lógico, en los sitios buenos. Etiquetamos rápido y a las salas a un café y a la espera. Primer problema, el vuelo llegó retrasado media hora, nada del otro mundo, pero para darle espacio necesitaron otra hora, por el aeropuerto Barajas. Trepamos, el vuelo va lleno de mexicanos al grito del viaje. Es el vuelo más pesado, porque este vuelas por la mañana y llevas todo el día para poder combatir el Jet Lag, que seguro te atrapa al llegar. 11 horas y media sobre el Atlántico, merodeando por Nueva York y Washington hasta bordear mi Matamoros querido, que eso es en Tamaulipas. Después de dos turbulencias perronas, al fin llegamos, buenos vuelos, buen personal el de Aeroméxico, ahora hasta la comida estaba buena, el pollo y la pasta. Después de ver una película dirigida por Steven Spielberg, todas las de Netflix, aterrizamos.
EL TERRIBLE AEROPUERTO
Traíamos una hora para conexión y también venia un grupo que iba a Querétaro, estado que gobierna el mejor gobernador del país, Mauricio Kuri Gonzalez, orizabeño a mucha honra. Aeroméxico informaba de su retraso, pero el espanto vino cuando llegamos al aeropuerto Benito Juárez de CDMX, que se está deshaciendo. Razón tuvieron los amigos de YSQ cuando le dijeron que pusiera en marcha aquel aeropuerto, que legaba el corrupto Peña Nieto. El presidente argumentó una gran corrupción en los predios cercanos, pero eso lo resolvía en dos segundos. Su amigo, el milloneta Carlos Slim, le dijo que lo dejara, que él solo terminaba esa obra que, además de todo, iba a dejar dinero al país e iba a poner a México entre los aeropuertos más modernos del mundo. Ahora damos pena, es un aeropuerto chatarra, que para ser certificado le costó un huevo y la mitad del otro, en manos inexpertas. Cuando pasamos a la Aduana y vimos el gentío, era imposible conectar. Había unas 400 personas en la fila, pues llegaron tres vuelos internacionales al mismo tiempo. Me acerqué a la fila del oficial de Migración y le dije el problema, se compadeció y nos selló los tres pasaportes, luego venia el otro problema, había que pasar el filtro del chequeo de las maletas y a lo mismo, pedirle a la empleada que mi vuelo me dejaría y, el problema es que no teníamos hotel donde quedarnos, sin ropa de dormir, sin maletas porque iban etiquetadas desde Madrid. Pasé el segundo filtro y todavía dos oficiales revisaban los pasaportes con lupa, como si fueran Sherlock Holmes, pasamos y tocaba el último, el de volver a sacar todo del equipaje de mano, porque íbamos a abordar el vuelo México-Veracruz, una señora de edad que allí labora, me dijo iba a revisar mi maleta pequeña, señora mía, no traigo nada más que unos turrones y galletas españolas, y al pie estaba ya un trabajador de Aeroméxico preguntando quiénes íbamos a Veracruz, porque el avión partía. Corrimos más rápido que el Checo Pérez en su Fórmula Uno para llegar al segundo lugar y posicionarse como el segundo piloto del mundo, que eso no es cualquier cosa, llegamos al mostrador de Aeroméxico y el nieto Fer mostraba los pases de abordar. Barriéndonos como Arozarena en las segundas bases, cuando se las roba. Era un avión de los medianos, nos acomodamos y el piloto anunciaba, como buena nueva, que el vuelo duraría escasamente unos 30 minutos y, cuando llegué a Veracruz, casi hago como el Papa Juan Pablo Segundo, que al descender besaba el suelo adónde llegaba. Solo quedaba el último muro, al menos a mí mero, lidiar con la mugre autopista de Capufe, Montiel, quien fue por mí me dijo que había hecho tres horas de Orizaba a Veracruz. Una pena, porque él sabe cómo irse por la carretera federal. Cuando nos aproximamos a la caseta de Fortín, donde estos inútiles están arreglando un puente de Metlac, que la gente decía que se les iba a caer, allí nos tiramos en un embudo otra media hora. Por fin llegué a casa, me persigné y di gracias al Patrón de haber llegado bien. Tiene una dificultad ese aeropuerto de CDMX, es una porquería, si llegas a estacionarte no hay cajones, cuando el avión despegaba el piso está como lo tiene el gobernador Cuitláhuac a las carreteras veracruzanas, bien jodidas, no sabes los brincos que dan esos aviones porque, tampoco le pueden dar mantenimiento a las pistas, pues si cierran una de ella viene el caos, pero aquí nos tocó vivir, diría Cristina Pacheco. Y hay días así. Supe que a Orizaba llegó Xóchitl Gálvez con gran éxito, pero esa es historia para otro día.