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Entre dimes y diretes

Después de que un grupo de diputados de Chihuahua, por asistir a un mitin político, borraron de la agenda la iniciativa de promover el correcto uso del español en todas las escuelas de ese Estado, al fin reconocieron que estaban errados (así, sin h) y repararon a tiempo para acoger ese importante acuerdo. Por fortuna, la iniciativa parece extenderse a otras entidades federativas (como Nuevo León) y esperamos que siga contagiando a quienes por temor o ignorancia se mantienen en una postura que afecta a estudiantes y, en general, a quienes son conscientes del error que conlleva el descuido del hablar y escribir correctamente.

Rompiendo el silencio que había mantenido por demasiado tiempo, la Unión Nacional de Padres de Familia aprobó esa medida. Si bien, muy esporádica y tibiamente había expresado su desacuerdo con la mutilación que contienen los programas de estudio oficiales respecto a la enseñanza y uso del español, ahora expresó que «Estas medidas representan un avance significativo en la protección de la familia, la formación integral de los estudiantes y el rescate de la dignidad de la persona promoviendo el respeto a las reglas gramaticales del español en los contenidos escolares del sistema educativo estatal, evitando el uso de expresiones que distorsionan el lenguaje bajo el argumento de una inclusión forzada e ideologizada». (https://www.eluniversal.com.mx/09/10/2025).

El subsecretario de Educación de Chihuahua, Maurilio Fuentes Estrada, apoyó la iniciativa al considerar que «las escuelas son formativas. La pretensión, dijo, es reconocer y fortalecer el lenguaje castellano, que es el que manejamos aquí en México, y darle el valor que merece como parte de nuestra formación académica y cultural» (https://puentelibre.mx/09/10/25).

Sustantivamente fue lo que expresaron los padres de familia: «El uso técnico y correcto del lenguaje permite elevar la calidad de los contenidos educativos, evitando distracciones innecesarias para el personal académico y docente ante los retos actuales de la educación en México, como el rezago en lectura y comprensión, la eficiencia en la escritura y la estructura gramatical. Estas medidas brindan a nuestros hijos una formación más ordenada, clara y coherente».

Y mientras esto sucede en el país, allá, cerca de las alturas de Machu Picchu, en la ciudad de Arequipa, Perú, se celebra el décimo Congreso Internacional de la Lengua Española. Unos 250 académicos, 150 periodistas y escritores, lingüistas, historiadores y profesores y más de 500 inscritos del público en general, durante cuatro días (del martes 14 al viernes 17) abordaron en sesudas discusiones los «Grandes desafíos de la lengua española: mestizaje e interculturalidad, lenguaje claro y accesible, culturas digitales e inteligencia artificial».

Más allá de esto, en dicho Congreso y en la misma tierra natal de Mario Vargas Llosa, los presidentes de la Academia de la Lengua Española (RAE) y del Instituto Cervantes se enfrascaron en otro duelo de dime y te diré respecto a lo que a ellos más les interesa: quién es el que manda más en el asunto de este precioso idioma: «La rae ha defendido su papel como garante de la unidad y la normativa del español, argumentando que su labor trasciende las fronteras de España y se extiende a toda la comunidad hispanohablante», mientras que «La dirección del Cervantes considera que “la política lingüística exterior debe responder a criterios de eficacia y visibilidad internacional”, lo que justificaría su pretensión de liderar este ámbito», y expresó su preocupación sobre el enfoque de la RAE, «cuestionando si esta institución, bajo la dirección de un catedrático de derecho administrativo, se estaba alejando de su misión fundamental de preservar la lengua». (https://www.elcastellano.org/de Infobae/12/10/2025).

No creemos que hayan llegado a un acuerdo, tozudos que son ambos. Pero poco eso habrá de importarnos por acá, donde todavía hay quienes, malintencionadamente, han querido ver en aquella iniciativa de los chihuahuenses solo una censura a eso que llaman «lenguaje inclusivo». Lo dijo el presidente de la Comisión de Educación de aquel Estado: se trata de enseñar el español de forma correcta para que los alumnos tengan una eficaz herramienta de comunicación, lean y escriban como debe ser, comprendan lo que lean y se formen adecuadamente, y «el sistema educativo mantendrá una postura de respeto hacia quienes opten por usar o ser referidos con términos distintos». Lo que importa es mantener la corrección propia de cada idioma, no de imponer una moda, que las modas mudan, mutan, son pasajeras.

Lo que sí preocupa, y mucho, es que la Academia Mexicana del español, una vez más, se encoge de hombros y, por prudente conveniencia política, muy lejos de luchar por lo que ahora enarbolan los chihuahuenses: la defensa del uso correcto de nuestro bello idioma, se sigue absteniendo de censurar el desastre que prevalece en los programas de estudio.

Descansa en paz.

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