Mientras en México estamos a punto de recibir a la nueva presidenta, en Estados Unidos las campañas electorales están en su apogeo. Cuando escuchamos a Trump y a sus seguidores, pareciera que siguen las campañas electorales mexicanas, con una guerra de lodo, división para los mexicanos, donde ¨nosotros somos los buenos y ellos son los malos¨. Todo considerado en términos absolutos, sólo hay negro y blanco, no hay tonos de grises.
Vemos a los MAGA mirarse el ombligo, y sobre todo, demostrar una profunda ignorancia. Una credulidad y fanatismo propios de religiosos del siglo XII, incapaces de escucharse a sí mismos, ya que si lo hicieran, se avergonzarían de la sarta de estupideces que afirman, sin mayor evidencia, que el chisme, el rumor, o la idea, sembrados por los propagandistas de Trump.
Así como en México escuchar a fanáticos a favor de Claudia o a favor de Xóchitl era evidenciar la estupidez humana, la incapacidad de raciocinio, la negación del mínimo análisis, y la credulidad absoluta a lo que decían sus manipuladores, lo mismo vemos con los seguidores de Trump, y, algo que es innegable, también con un sector más pequeño de demócratas que sufren del mismo mal, el fanatismo y la exhibición de la estupidez humana en su máxima expresión.
En lo que se decide la elección de Estados Unidos, el mundo está en vilo. La importancia de ese país en el concierto de naciones es de primer orden. No es lo mismo, la elección en una república bananera, que en la primera potencia mundial.
Si una falla hay en Estados Unidos, es su nivel educativo. Cuando menos un 45% de su población tiene un nivel cultural, una capacidad de análisis, la posibilidad de entender la realidad cotidiana, equivalente a la de un cavernícola. No es el único país con esa división tan enorme entre los que piensan y razonan, y los que no, sólo que es un peligro para el mundo que un porcentaje tan grande de su población tenga ese nivel. Sin tener estadísticas confiables, tan solo en la percepción que tuve en la última campaña en México, lamentablemente en nuestro país quizá el 70% de la población tenga ese nivel de incapacidad de análisis y percepción de la realidad.
Escuchar a Kamala centrarse en la importancia de la unidad entre todos los americanos, la urgencia de lograr mayor equidad y justicia social. La preocupación por los derechos civiles, la defensa de la libertad de los ciudadanos, fomentar el acceso igualitario de oportunidades para todos.
La protección de la democracia, la lucha contra el cambio climático, la defensa de los derechos reproductivos. La permanente insistencia en motivar a los ciudadanos a trabajar juntos para construir un futuro más inclusivo y más próspero. La urgencia de dejar a un lado la división, las disputas partidistas o generadas por los eternos divisores de la sociedad, para marchar unidos hacia un futuro mejor, de seguridad, de prosperidad compartida.
Todo el discurso de Kamala, habla de una mujer patriota, una mujer brillante, inteligente, que entiende el lugar que ocupa su país en el mundo, y las responsabilidades que conlleva ser la primera potencia militar y económica mundial. La filosofía política de Harris equivale a un viento fresco, que puede alejar la putrefacción que representa el discurso divisor, agresivo, limitado, silvestre, tribal, de un candidato como Trump, un hombre con mucho carisma, muy ególatra, que ha sabido llegar a un sector de la población americana que no ha sabido adaptarse a los tiempos modernos.
Mientras Trump es el populista que le habla al fanático, al perdedor que no asume su propia responsabilidad respecto del éxito o más bien, del fracaso en su vida, y que prefiere culpar a otros, Kamala es la estadista que mira hacia el futuro con optimismo, sabiendo cómo y por dónde caminar la ruta hacia las metas que benefician a todos sus conciudadanos.
Te imaginas que hubiera pasado en nuestro país, si una de las dos candidatas, en lugar de mirarse el ombligo y promover la división de los mexicanos hubiera hablado a detalle sobre el futuro de México y los Mexicanos: hubiera insistido en que la división nos hace débiles, y favorece la intervención extranjera, ya sea de los propios Estados Unidos, o de Cuba, Nicaragua, Venezuela, China, Rusia. Que una de ellas, hubiera analizado nuestra situación geopolítica, lo endeble de nuestra economía tan dependiente del vecino del norte, y alinear los objetivos de política pública, a los parámetros de crecimiento. Discutir los pendientes de la economía nacional para hacerla más inclusiva, por ejemplo, la urgencia de un sistema aeroportuario para el centro del país, o la necesidad de producir más electricidad con energías limpias, mediante asociaciones público-privadas, o la desgracia que significó para México no aumentar la capacidad de transmisión eléctrica durante este sexenio, en lugar de invertir en obras faraónicas, sin ninguna rentabilidad para el bienestar económico de los mexicanos.
Mientras en Estados Unidos, y hasta en Argentina, los gabinetes se integran con hombres de estado, con expertos en sus respectivas áreas, en México todo parece indicar que se busca tener de secretarios de estado, de líderes de bancadas, de gobernadores, a gente mediocre. Se premia la incapacidad ofendiendo a los pocos mexicanos que comprenden la magnitud de la ofensa a la patria. Se premia también la lealtad, como si de una pandilla de saqueadores se tratara, para que todos cómplices puedan medrar del presupuesto público.
Lo peor no es eso, ya que mientras algunas naciones buscan fortalecer las libertades y la democracia, todo parece indicar que los caprichos de AMLO llevan a México en sentido contrario. Menor transparencia, menor eficiencia, menor crecimiento económico, menores contrapesos, menor calidad en la administración de justicia y también en la administración pública. Es decir, acumular poder en perjuicio del futuro de México. Intereses personales muy por encima de los intereses del estado. Un ser mezquino en el poder en lugar de un hombre de estado.
Si gana Trump en Estados Unidos, entonces no habrá nada que envidiarles, porque los mismos objetivos egoístas y personales que hemos visto en algunas acciones del gobierno que termina, y que seguramente van a perdurar en el gobierno que entra, serán los objetivos que tendrá el nuevo gobierno americano. Así que pronto sabremos si gana Harris y envidiamos a los gringos, o si gana Trump y nos igualamos en la mediocridad y decadencia.
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