*De Antoine de Saint-Exupery: “No era más que un zorro semejante a cien mil otros. Pero yo le hice mi amigo y ahora es único en el mundo”. Camelot.
Hace un par de noches, la luna iluminaba como nunca. No sé qué mosca le picó pero en la noche, casi a las doce, me hizo salir a la terraza de un balcón muy cerca del Cerro del Borrego, milenario cerro donde el Emirato del Emir Chahín sentó las bases para un funicular que estará más perrón que los de los Alpes Suizos, no es cierto, pero es mejor presumir. Se llama Teleférico y ha servido para el desarrollo turístico de la ciudad, que lo mismo jala turismo del norte que del sur y hasta uno que otro despistado del norte llega. Cuenta la leyenda que quién sube una vez no abandona la ciudad nunca jamás. Eso era en los tiempos que trepabas a patín, ahora con la modernidad quien sabe si siga la leyenda. Y es gozoso ver a gente del senderismo, porque ahora nació un nuevo deporte del senderismo y del alpinismo, que se atreven a ir cercada del Pico de Orizaba, una maravilla natual. Es común ver a gente en bicicletas profesional darle al pedaleo. Y en ese Cerro del Borrego hay atletas que lo suben diario, sobre todo que el ayuntamiento le compuso la subida, que ya no es tan resbalosa, la iluminó y hasta por las noches se les ve trepar y trepar. Pero estaba en la luna, brillaba como pocas veces, si Pedrito Infante decía que de las lunas la de octubre es más hermosa, esta del mes no tiene nada que envidiarle. Cuentan los expertos sabelotodo, que en el año hay 12 o 13 lunas llenas, y algunas veces en un mes se pegan dos, a la segunda se le llama luna azul. Al salir al balcón y ver la luna, como ese toro enamorado de la luna, que abandona por las noches la maná, llamó mi atención un concierto de relámpagos que se daban rumbo a la zona indígena de Zongolica. Impresionante, era más bello que estar viendo la luna. La tormenta era implacable, los destellos de los rayos hacían ver esa estampa que solo se ve cuando se va en vuelo de avión y que los pilotos bordean el rango para no meterse en líos ni turbonadas. Cito a Federico García Lorca: “El que quiere arañar la luna, se arañará el corazón”.
Y todo eso por recordar El Principito: El Principito es una de las obras de literatura infantil más leídas y traducidas de la historia. Los entrañables y poéticos viajes del pequeño príncipe, que han cautivado y educado emocionalmente a generaciones de lectores, fueron escritos por Antoine de Saint-Exupéry. Este escritor y aviador francés nació el 29 de junio de 1900 en Lyon. Aunque sea conocido sobre todo por haber escrito “El Principito”, su vida es todo un ejemplo de coraje, determinación y lealtad.