Rumbo al siguiente destino. Camelot
Gente pregunta cuánto vale esto y lo otro. Deben saber, y así lo creo, que el euro son 22 pesos mexicanos, más o menos, por eso aquí se disparan esos precios con el tipo de cambio. Un refresco cuesta 3 euros; copa de vino, 2,30. El café americano 1.90, una botella de agua chica, 2.10, el Sobao mañanero vale 2.10. Una botella de jugo de naranja, 4.50, una camisa baratona en súper Carrefour, 19.90, un champú Pantene, 3.99, la caja de Alka Seltzer, por poco me infarto: 12 euros, cuando en México valen menos de la mitad. Las cremas son caras, las de la piel, 23.75. Las comidas varían, las hay desde 15 euros con dos platos, hasta las más caras en restaurantes picudos. Las afamadas galletas Gullón, de Aguilar de Campoo, un pueblo que huele a galleta, entramos a una tienda especializada y varían, desde 4 euros las cajas, hacen la nuestra, la galleta María. EL libro de Javier Cercas, del Papa Francisco, me costó 23.90. La cerveza caña de barril, 3.20, el pan que sirven a la mesa, 1.50. Unas croquetas de entrada, 11.90. Media paleta ibérica, de jamón Jabugo, 9 euros. Las gorras santanderinas, que llevo algunas de recuerdo, 10 euros. Una Gillete para rasurarse, con dos repuestos, 16.95. Los churros, como antiguamente eran los de Tito en Orizaba, una ración, 3 euros. Me falta llegar a San Ginés en Madrid, que son de leyenda. El café con leche o cortado, 2.40, un refresco de botella Kas de naranja, chico, 3.40. Multipliquen por 22 y eso valen en nuestros pesos, pero no es que sean caros, es nuestra paridad del peso con el Euro.
EL TAXISTA CUENQUEÑO
Cosa rara, al pedir un taxi estos tipo Uber, sin ser Uber, apareció un mexicano al volante, nos llevaba a la terminal de trenes de Santander, para retornar a Madrid. Presumió cuando supo que éramos mexicanos, decía ser el único mexicano entre 300 y pico de choferes, que venía de tierras cuenqueñas. Resultó ser de Tlacotalpan, y gusto nos dio encontrar a un paisano que vive en tierras santanderinas. Chico el mundo y pequeño. Conocía buena parte de Veracruz y conocía Orizaba. Aquí vive y trabaja. Otro era venezolano, el hombre platicaba de los mugrosos comunistas, pues dejó su tierra hacia años y allá contaba con una empresa, pasaba seis meses aquí y seis meses en Venezuela, hasta que le tronó la crisis y tuvo que emigrar con su familia. Hay que tener miedo de los comunistas, decía con sapiencia. En referencia a México se moría de risa cuando comentó que la presidenta nuestra había comentado que ya tenía el remedio para ahorrar la luz. No usarla. O usarla poco. Le dije que con Trump había esperanzas de que esos comunistas cayeran, dijo que él no pensaba así, los de Castro cuánto tienen y el de Venezuela y los rusos 100 años, que para él cuando les explotara una bomba en un mitin polito y desaparecieran, ese día se vería satisfecho. El tren llegaba al andén, Un tren de los extraordinarios de Renfe y trepamos. Historia para otro día.