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Filibusteros en la guerra de castas de Yucatán

En 1847, en medio de la invasión norteamericana de México, estalla la guerra de castas en la península de Yucatán. Como toda la República mexicana, la península de Yucatán esta dividida entre las tendencias centralistas y federalistas. Existen además conflictos personales entre los gobernadores sucesivos según su procedencia, de Campeche o de Mérida. El Estado de Yucatán hasta contemplaba declarar su independencia, como lo había hecho Tejas unos años antes.

Es en este contexto que los campesinos mayas se levantan en armas: en la noche del 30 de julio de 1847, bajo el mando de los caciques Cecilio Chi y Jacinto Pat, se apoderan del pueblo de Tepich y masacran toda la población blanca. Después de esta primera victoria, avanzaron rápidamente, conquistando una ciudad tras otra hasta amenazar Mérida cuyos habitantes ya empezaban a huir. Las autoridades de Campeche, que no podían contar con el respaldo de la capital ocupada por el ejercito norteamericano, lanzaron una llamada desesperada de ayuda a los gobiernos de Estados Unidos y de Gran Bretaña por medio de un enviado especial, Justo Sierra O’Reilly.

Ambos gobiernos rehusaron interferir, pero en mayo de 1848, al terminarse la ocupación de México, numerosos voluntarios del ejercito estadunidense se encontraban disponibles en Veracruz, en espera de su regreso a Estados Unidos. Enterados de la situación desesperada de Yucatán, algunos oficiales norteamericanos, como el capitán White que se autonombró coronel, empezaron a reclutar voluntarios para ir a pelear contra los indios yucatecos. Se les prometió cubrir sus gastos, el pago de un sueldo y por supuesto tierras después de la victoria. Unos periódicos de Nueva Orleans describieron la expedición como una empresa simple y hasta recreativa: pelear contra indios era una actividad común y corriente para muchos norteamericanos de esta época. Reclutaron rápidamente unos 300 o 400 mercenarios en Veracruz, y varios centenares más en Nueva Orleans, hasta disponer de un regimiento de unos mil hombres.

La guerra de castas en Yucatán resultó en realidad mucho menos recreativa que pensaban. Además del clima cálido, de la selva tupida y de las enfermedades, los filibusteros enfrentaron una resistencia feroz de parte de los insurrectos: las emboscadas, las trampas, los tiroteos nocturnos y los pozos envenenados cobraron rápidamente numerosas vidas, a veces sin ver un solo enemigo. De vez en cuando, ocurrieron verdaderos combates con unos adversarios decididos. Al finalizar el año de 1848, las perdidas gringas ya alcanzaban 300 o 400 hombres. Desilusionados, la mayoría de los sobrevivientes decidió volver a Estados Unidos. Soló se quedaron unos 200 voluntarios que se enlistaron en el ejército mexicano y participaron a la batalla de Bacalar, en el intento de cerrar la frontera con Belice por donde los mayas se abastecían en armas y municiones. Casi todos murieron en esta expedición.

Soló lograron escapar algunos, pero no se sabe mucho de esos sobrevivientes. Por lo menos dos se quedaron en Mérida donde se casaron. Sus bisnietos seguían radicando en la capital yucateca a principios del siglo pasado.

Esta tentativa de los estadunidenses de apoderarse de la península de Yucatán, como lo hicieron en Tejas, California y Nuevo México, queda todavía mal conocida y poco estudiada, a pesar de los documentos existentes, tanto en Yucatán como en Nueva Orleans.

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