Sí, hay de engaños a engaños, ambos duelen, sin embargo, el que nos hacemos nosotros mismos son los más inauditos.
Los engaños cineastas. Son como los que se avientan en Palacio Nacional, así como con Doña Joba, la añora señora de las garnachas en el pueblo, hay de chile, de papa y de frijol, entre las que protagoniza el llamado Lord Molécula, las de López-Gatell que se vuelven cada vez más las culpables de erupciones estomacales, y las del propio Andrés Manuel.
El tamaño de esas mentiras están por romper a un país en dos pedazos que pueden volverse irreconciliables, prietos todos o casi todos, pero en dos frentes distintos, los que no piensan o piensan lo que piensa Andrés Manuel, es decir, una idea desvelada setentera de un futuro que ya no existe, pues en esos años de lucha en la oposición el mundo cambió, y no se enteraron; y los que piensan diferente, mucho o poco pero que no comulgan con las formas de gobernar de estos improvisados.
Ellos aglutinan a todos los que no piensan igual que ellos como los adversarios, aunque ya explicamos que en el lenguaje obradorista eso es solo matizar la palabra enemigo, que es la que en verdad quiere la cuatrote utilizar.
Su atrevimiento a hacer esos engaños es por la creencia de la incapacidad de todo el pueblo de pensar, y eso es lo que ofende, eso es lo empieza a hundir al país, lo que hace mella entre nosotros, y desgarra a la nación.
Los otros engaños son los nuestros, los hechos por nosotros mismos como el usar cubrebocas como barbiquejo en lugar de traerlo en su lugar, los que nos hacemos como comunidad al salir a la calle que porque ya estamos hartos, sabiendo que no lo debemos hacer, como no querer observar la realidad de que la cuatrote hace agua pero el orgullo y la soberbia pueden más que aceptar que se equivocaron quienes confiaron en él y el hombre falló.
Esa combinación de los engaños provocan el coctel que padecemos como pueblo, el silencio ante el incremento de la violencia familiar por el confinamiento, la continuidad de desapariciones de mujeres a pesar de que se supone todos nos encontramos en casa, el empoderamiento de la delincuencia organizada, habla de que estamos de acuerdo con el engaño, somos parte de él y lo aceptamos, lo solapamos, lo ocultamos.
Necesitamos abrir los ojos de la conciencia, la social y la personal, necesitamos observar y aceptar nuestra realidad, necesitamos a la autocrítica como amiga y a la acción como aliada, de lo contrario seguimos empantanados en una engañosa realidad.
La actividad en la calle nadie la detiene aunque no vengan chelas, mejor no se salga.