Por: Héctor Efraín Ortega Castillo
A no dudarlo, Arturo B. Coca fue el gran artífice de la arquitectura porfiriana en la región central de Veracruz. Aunque no fue el único sí es, por mucho, el más activo y fecundo de los constructores de diversas e importantes obras en la zona durante veinticinco años, entre 1882 y 1907.
Su trayectoriaesmuy amplia, aunque lamentablemente poco se conoce acerca de su propia vida. En estas líneas, pretendo esclarecer algo acerca de este personaje: quién fue y qué hizo en la zona de Córdoba y Orizaba entre finales del siglo XIX y principios del XX.
Se carecen de datos certeros y fidedignos en relación al lugar y fecha de nacimiento del ingeniero Coca, aunque algunas fuentes señalan que se trataba de un francés de nacimiento1 y que probablemente naciera entre 1838 y 1841.
No resultaría improbable que haya tenido descendientes en la region, como señala Rivera Pernía (2009), argumentando que “en la zona hay varias personas con ese apellido, principalmente en los poblados de Potrero Viejo y Paraje Nuevo”. O quizás podría tratarse de una coincidencia, toda vez que varios soldados ex invasores de la Intervención francesa de 1862-1867 se acogieron a un indulto e incluso a la postre se establecerían en el país.
Como quiera que fuese, a Coca se le atribuye haber sido un “antiguo alumno de l’Ecóle Centrale de Paris” (Secretaría de Fomento, 1889, p. 60), aunque se ignora la fecha de sus estudios, lo mismo que la de su natalicio. Rivera Pernía señala que podría haber rondado los 60 años cuando comenzó a edificar el Palacio Municipal de Córdoba en 1903 (Rivera Pernía, 2009, pp. 121-122), lo que no resulta descabellado, toda vez que su trayectoria en la región iniciara hacia 1882, de acuerdo a las fuentes consultadas.
Naredo, quien le conoció de primera mano, lo describiría como “un hombre de bello corazón, siempre dispuesto a hacer beneficios a todo al que a él ocurre”. Sin embargo, cuando el cronista dictó estas líneas, en 1898, señala que había “morado entre nosotros durante largos años”, por lo que se infiere que para esa fecha ya no se encontraba radicado en la zona (Naredo, 1898). No obstante, su huella sería profunda; por ejemplo, hacia 1883 fue regidor del Ayuntamiento de Orizaba, así como miembro de ilustres sociedades.
En efecto, todo parece indicar que Coca fue miembro de la Benemérita Sociedad Científica y Literaria “Sánchez Oropeza” de Orizaba, fundada
el 15 de septiembre de 1880. Sin embargo, no lo sería de la primera generación de fundadores, aunque ya es mencionado en 1882, participando
activamente en su Boletín en la Sección Científica.
Ello indica que para esas fechas radicaba en la Ciudad de las Aguas Alegres. En los siguientes años estaría muy activo en la región: en agosto
de 1883 quedaría a cargo de las obras hidráulicas para mejorar el suministro de agua potable que realizaría el Ayuntamiento orizabeño (Velasco
Toro y Báez Jorge, 1998), lo que al parecer era una de las actividades de su preferencia. Díaz Wiechers (2016) indica que en 1885 habría “construído” (sic) la Fábrica Textil de los Cerritos de San Juan, al norte de Orizaba, segunda de las factorías establecidas en el periodo porfiriano.
No obstante, no queda claro a qué se refiere Díaz Wiechers con dicha “construcción” si se trató de obras mayores, una simple ampliación de
la fábrica o tan sólo obras en el plano hidráulico, ya que la factoría, como todas las textileras, requerían del agua como fuerza motriz, y en esto último, Coca era muy hábil.
Al punto, cabe destacar que la empresa Cerritos de San Juan, había sido fundada en 1882 por el alemán Henry L. Wiechers y fue vendida a los inversionistas barcelonettes, un grupo de empresarios franceses que la adquirieron el 20 de abril de 1886, creándose la Compañía Manufacturera de Cerritos, S.A. De cualquier forma Coca, a partir de ese momento, se había convertido en una pieza invaluable en el desarrollo industrial y arquitectónico de la comarca.
La fábrica de Cerritos no sería la única obra que se le atribuiría: el cronista orizabeño José María Naredo señala que “Él levantó los planos y dirijió [sic] la ejecución de entre otros edificios, los de las fábricas ‘Cerritos’, ‘Santa Elena’, ‘Santa Gertrudis’ y ‘Río Blanco’”.
Por su importancia y su supervivencia arquitectónica, nos interesan más las fábricas textiles, de las cuales ya se ha referido sobre Cerritos, continuando con las de Río Blanco y Santa Gertrudis Se le adjudica a Coca la dirección general de la edificación de la Fábrica Textil de Río Blanco, propiedad de la Compañía Industrial de Orizaba, A.C. (CIDOSA), de capital francés y que llegara a ser considerada como la primera y más moderna fábrica de hilados y tejidos de América Latina. Se escogió para su establecimiento un llano enclavado en el vecino municipio de Tenango, de diecisiete hectáreas, entre el Camino Nacional y la Vía del Ferrocarril (por lo que estaba perfectamente bien ubicada), frente al cerro de Santa Catarina, lugar del cual se extrajeron las piedras para la edificación.
La obra de Coca comenzó en 1889 y, a marchas forzadas, concluyó en 1892, siendo inaugurada por el mismísimo Porfirio Díaz el 9 de octubre de ese último año. De estilo neoclásico (como toda su obra arquitectónica), sobre todo en el edificio frontal. Para su erección se emplearían columnas de hierro fundido y trabes metálicas traídas desde Francia y Bélgica, así como piedra extraída del cerro de Santa Catarina, ubicado enfrente de la fábrica.
Además, el conjunto “permite observar un trazado cuidadoso y de gratas proporciones, al estilo de la época”(Torres Marín, 1998).
Se levantó una torre central de cuatro cuerpos, con un reloj de cuatro caras y un campanario, colocándosele a la entrada principal tres portones metálicos. Coca se encargaría de la edificación de toda la fábrica, incluyendo las casas habitación para los empleados (ya demolidas) y el edificio del Consejo. Si bien es cierto que la imagen de la fábrica es, aún hoy en día, de una condición muy sobria, también es cierto que se trató de la construcción más grande que hizo Arturo B. Coca en la zona central de Veracruz.
Ahí no se detendría. Como se ha visto, también se le arroga la construcción de la Fábrica de El Yute. La Santa Gertrudis Jute Mill Company, Ltd., de capital británico, fue fundada a instancias del británico Alexander Kinnell en los llanos de Rincón Grande y de Santa Gertrudis, cercanos a Barrio Nuevo y a la capilla barroca de Santa Gertrudis, en Orizaba.
Más tarde entrarían como inversionistas el inglés Weetman D. Pearson y el mexicano Guillermo de Landa y Escandón. La fábrica
comenzó a edificarse en 1894 y concluiría hasta 1896. Arturo B. Coca sería el responsable de los diseños del inmueble. De hecho, la
mayor parte de las fábricas textiles de la región tendrían el mismo estilo neoclásico, de moda en la época, favorito de Coca y donde privaba
la sobriedad, lo que no le quita ni estética ni calidad arquitectónica.
Otra de las participaciones importantes de Coca en Orizaba fue en la edificación del Palacio Municipal de Hierro, adquirido en Bélgica y
manufacturado en estilo art-déco por la Sociéte Anonyme des Forges D’Aiseau, con un costo de 90 000 pesos.
El historiador Dante Octavio Hernández (2012) afirma que “el encargado de la cimentación fue Arturo B. Coca”.
Sin duda, algo muy útil pero, a ojos vistas, podría parecer muy simple. No es así, ya que entonces el desnivel del terreno donde se ubicaría el edificio presentaba varios problemas. García Vera (1998) dice al respecto: “Construcción no exenta de vicisitudes en virtud del desnivel del terreno y lo cenagoso del suelo, que cambió los planteamientos originales e hizo necesario un basamento sostenido por pilotes de madera que forzosamente se tradujeron en un aumento de costos”.
El proceso del levantamiento del Palacio empezó en 1891 y concluyó con su inauguración el 16 de septiembre de 1894.
La cimentación se llevaría a efecto entre 1892 y 1893, tras de que Coca concluyera la construcción de la Fábrica de Río Blanco. De hecho, Coca sólo sería convocado por el Ayuntamiento de Orizaba para estas obras “cesando su cargo tan luego como queden concluidos”.
Tras estas importantes participaciones de Arturo B. Coca, su figura en la región se desvanece. Como se señaló anteriormente, para 1898, de acuerdo a Naredo, Coca ya se había retirado. Sin embargo, habría de regresar unos años más tarde a Córdoba, precisamente.
Durante el periodo del Porfiriato, tanto Orizaba como Córdoba eran ciudades cuyo paso obligatorio en el trayecto de Veracruz a la Ciudad
de México las dotaba de mucha importancia.
Con el arribo de inversionistas foráneos y un crecimiento demográfico cada vez mayor, ambos núcleos urbanos requerían de mejores y mayores servicios.
Sin demeritar su calidad provinciana, ambas sufrieron mejoras de servicios y de ornato que las impulsarían como centros neurálgicos de sus respectivos valles.
Por tal motivo, la edificación de un novísimo Palacio Municipal sobre las vetustas, anacrónicas y obsoletas Casas Reales, se volvió un imperativo para la Ciudad de los Treinta Caballeros. En 1898 el Cabildo consideró que debía erigirse un edificio nuevo, acorde a la importancia de Córdoba, con mayor espacio para oficinas y servicios (Rivera Pernía, 2009, p. 64 y ss). Tras una convocatoria del Ayuntamiento y vencido el plazo pertinente sin que nadie se presentase para dirigir las obras, el Cabildo cordobés solicitó un empréstito al gobernador del estado, Teodoro A.
Dehesa, de 100 000 pesos para la edificación, comprometiéndose a pagarlo en anualidades de entre ocho y diez mil pesos, lo cual no fue aceptado, por lo que el proyecto quedó vacante hasta mejores tiempos.
En 1903, la idea de la edificación del Palacio fue reasumida por el jefe del cantón de Córdoba, Miguel V. Gómez, pero en esta ocasión como proyecto de Palacio Cantonal, mismo que dictaba que en un solo edificio se establecieran tanto las oficinas municipales, como las del cantón, del estado y las federales. Señala Rivera que “el financiamiento no sería problema, si se repartía entre los tres niveles de gobierno […]” (Rivera Pernía, 2009, p. 66), mas en esta ocasión el presupuesto se había reducido a 80 000 pesos.
En diciembre de 1903 se presentan los planos para el nuevo Palacio cordobés, diseñado por Arturo B. Coca, adjuntando éste una misiva
escrita de su puño y letra donde, brevemente, explica su proyecto, pero bajo el título de Palacio Municipal, introduciendo en la misma algunos
sutiles cambios importantes: por ejemplo, reduciendo el número de arcos de 24, que tenían las Casas Reales, a 21, implicando con ello crear una entrada principal al centro del edificio. De hecho, la propuesta de Coca implicaba demoler en su totalidad las Casas Reales y no utilizarlas de base, como dictaba el proyecto original, además de insertarle a la obra final un aspecto afrancesado, muy popular en la época.
Pese a que los costos se elevaron, el Ayuntamiento de Córdoba, con el apoyo de municipios vecinos (recuérdese que la idea era edificar un Palacio Cantonal, por lo que todos los ayuntamientos del cantón tenían la obligación de cooperar para la obra), organizaciones, empresas y particulares, la erección del Palacio cordobés comenzó a llevarse a cabo a partir de 1904. Tras diversas vicisitudes tanto económicas como de planeación, la construcción concluiría entre marzo de 1909 e inicios de 1910, sin que exista una fecha precisa.
A fines de 1907, una vez que el jefe político del cantón, Miguel V. Gómez, fue removido a Orizaba, comenzaron a haber fuertes reducciones en los recursos pecuiniarios destinados al inmueble. Rivera Pernia considera que esta falta de recursos fue la que, a la postre, induciría a Arturo B. Coca a dejar de prestar sus servicios como principal artífice del Palacio.
No existen datos acerca de los siguientes años de actividad de Arturo B. Coca ni de su fecha y lugar de fallecimiento.
De cualquier forma, es un hecho que fue el diseñador del Palacio Municipal de Córdoba y quizás se trate de la última y más importante obra de este ingeniero francés en los veinticinco años que anduvo en la región. La huella de Arturo B. Coca es de suma trascendencia para entender la estética arquitectónica de fines del siglo XIX y principios del siglo XX en la región de las Altas Montañas veracruzanas y requiere de un mayor y más concienzudo estudio a futuro.