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LA MUERTE EN LOS JUEGOS DE MESA

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Desde la antropología, autores como Johan Huizinga (1972) y Richerson y Boyd (2005) consideran relevante analizar en qué grado la cultura misma ofrece un carácter de juego, ya que éste nos remonta a una dimensión de libre expresión y espontaneidad. Asimismo, evidencian la estrecha relación entre las manifestaciones lúdicas y las creencias mágico-religiosas (F. Boas, 1986; Malinowski, 1994). En ese sentido, dado que la muerte es un hecho social y cultural, constituye también un límite antropológico que rebasa la materialidad y se bifurca en el plano lúdico, particularmente, en los juegos de mesa, los cuales representan una de las actividades recreativas más antiguas del ser humano. Ahora bien, haciendo a un lado sus beneficios didácticos gamificados en el ámbito educativo, el juego puede interpretarse también como una simulación de la realidad, por ejemplo, el ajedrez, el cual, de acuerdo con Uvencio Blanco Hernández (2021), es una metáfora de la muerte y la guerra cuya parábola es el “Jaque Mate”.

No obstante, el mexicano de hoy sigue angustiado ante la perspectiva de morir, como toda la humanidad, pero a diferencia de otros pueblos, no se esconde ante la catrina, sino que vive con ella, la hace objeto de burlas y juegos e intenta olvidarla transformándola en algo familiar (Luis Alberto Vargas, 1971). A ello, podría agregarse la frase de Carlos Valdés: “el hombre se defiende de la muerte con la burla y el sentido del humor”. Y, en el caso de los juegos de mesa, mediante el razonamiento lógico y el azar.

Así, en la lotería mexicana, formada por 54 cartas, la 14 corresponde a la parca, y era cantada, en otras épocas, como “La muerte siriquiflaca, montada en su burra flaca”. En tanto, la baraja 42 personifica a la calavera, anunciada con la expresión “Ya te vide an ca´la güera”. De acuerdo con el Diccionario de símbolos de Juan Eduardo Cirlot, el catorce es el número de la fusión y de la organización, también de la justicia y de la templanza. Respecto al cuarenta y dos, en sentido espiritual, es un número que representa destino, progreso y estabilidad. Aunque esta exégesis contrasta con la polémica narco lotería de reciente aparición, la cual merece mención aparte.

Otro juego que también resalta a la huesuda es la Oca, formada por 63 casillas. Cuando se cae en la casilla 58, correspondiente a la calavera o muerte, se vuelve a empezar desde el casillero de inicio. Y no olvidemos la versión de este pasatiempo que José Guadalupe Posada realizó para la imprenta de Vanegas Arroyo como una variación de la oca tradicional con elementos locales.

El juego de Serpientes y escaleras, inventado en la India en el siglo XIX, alecciona a los jugadores sobre el karma y sus consecuencias para lograr la plenitud. Las casillas del karma figuraban 12 acciones inmorales: desobediencia, vanidad, vulgaridad, robo, mentira, embriaguez, deuda, ira, codicia, orgullo, asesinato y lujuria. El objetivo final era dar a conocer cómo las buenas acciones conducen a la moksha [salvación o liberación espiritual], y las malas no, además, se plantea, de manera implícita, que los valores morales se deben defender hasta la muerte. Por eso, a la maldad se llega a través de culebras, ya que, aunque para algunas culturas como la hindú, la víbora es protectora del universo y representa la eternidad, para otras simboliza el pecado y, por antonomasia, el deceso espiritual.

El tarot, surgido en las cortes italianas del Renacimiento, es una baraja de 78 naipes a menudo utilizada con fines esotéricos, en especial, la cartomancia. En ella, la muerte tiene asignado el número 13. Sin embargo, en dicho juego, esta carta alegoriza la expiración física, el fin de un ciclo y el resurgimiento de otro, y no por fuerza es un vaticinio negativo, por lo que no debe ser temida.

Finalmente, de acuerdo con las artes adivinatorias, las cartas de la baraja española que indican perecimiento físico son: 5 de copas (pérdida de un ser querido) y 10 de espadas (suicidio o ataque con arma blanca), pero esta relación es interpretativa, al igual que el oráculo, el cual puede tener cualquier número de naipes. Y qué decir de una doble pareja de ases y ochos, conocida, en el póker, como ‘mano del muerto‘, lo que hace evidente la coincidencia de la calaca con números pares –femeninos y magnéticos- en la mayoría de los «board games».

Sin duda, los juegos de mesa son una expresión lúdica de la biopolítica frente a la muerte analizada por Michel Foucault, y resignifican nuestra visión de la huesuda a través del entretenimiento, aunque ésta, paradójicamente, no juega a la suerte.

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