Y que vuelos de ángeles te acompañen cantando a tu final descanso.
Una tragedia lo marcó para siempre. La mañana del 4 de junio de 2008, Fernando, hijo de Alejandro Martí, se dirigía a la secundaria en la Ciudad de México en compañía de su chófer y sus guardaespaldas, cuando fueron detenidos por un retén sobre Avenida de los Insurgentes Sur. Al detener el BMW blindado en el que viajaba Fernando Martí, los supuestos agentes federales se lo llevaron y lo secuestraron. La familia del joven pagó un rescate por seis millones de dólares; sin embargo, el menor de 14 años fue localizado sin vida 53 días después de su desaparición. Esa fue una de las primeras historias de terror que vivió México. Los hijos asesinados por la maldad. Le ocurrió a mucha gente conocida y desconocida, a Isabel Miranda de Walacce, al poeta Javier Sicilia, Nelson Vargas, dos hijos de Joan Sebastian. Talina Fernández. Todas son historias de terror. Alejandro Martí vendió su próspero negocio de deportes, y creó la Fundación SOS, para dedicarse de lleno a pedir justicia. No ya a nombre de su hijo, sino de los demás que iban en cascada perdiendo hijos secuestrados y asesinados. Era y fue una gente de respeto por siempre. Cuando tuvo enfrente al Gabinete, en una sesión sobre Seguridad, les soltó aquella frase que se volvió reclamo. Esto dijo: “El dolor y la muerte de mi hijo me ha dado el honor hoy de poder expresarme ante ustedes en el nombre de todos aquellos que han sufrido una pena como yo, en el nombre de todos los mexicanos, padres y madres y Fernandos que existen miles en este país que no han tenido un foro como este. Señores, si piensan que la vara es muy alta. Que es imposible hacerlo, si no pueden, renuncien pero no sigan ocupando las oficinas de Gobierno, no sigan recibiendo un sueldo por no hacer nada. Eso es también corrupción”, expresó con lágrimas en los ojos. Una banda de maleantes, en complicidad con policías judiciales, fue cayendo uno a uno. Ayer murió este hombre bueno, despedazado por el dolor. A sus 73 años de una enfermedad, partió al encuentro de su amado hijo, Fernando, con él debe estar ahora gozando la plenitud de poder abrazarlo y tenerlo a su lado. Dios los cuide a ambos y les dé luz perpetua, estén donde estén.
ROBERT F. KENNEDY JR
Robert F. Kennedy Jr. tenía 14 años cuando su padre fue asesinado. El senador Bobby Kennedy era una estrella en ascenso que acarició la nominación presidencial hasta que un inmigrante palestino le quitó la vida tras un mitin en Los Ángeles. Aquel crimen ocurrido en junio de 1968 es considerado por muchos el fin de la década de los sesenta en Estados Unidos. Para RFK Jr. es un misterio sin respuesta. El hoy aspirante a la candidatura demócrata a la presidencia afirma que el hombre que purga una cadena perpetua por disparar contra el ex fiscal general es inocente y que hubo un segundo tirador involucrado. Hace algunos años pidió reabrir el caso y remover las entrañas de uno de los magnicidios que marcaron a Estados Unidos. Kennedy Jr., de 69 años, se convenció de aquello después de haber llevado a cabo una investigación independiente que incluyó entrevistas con testigos y la revisión de los informes de la policía y la autopsia. La pesquisa le llevó a una sola conclusión, debía entrevistarse con Sirhan Sirhan, acusado del homicidio. En diciembre de 2017, el abogado ambientalista con estudios en Harvard y la Universidad de Virginia acudió a una prisión de San Diego a entrevistarse con el asesino de su padre. Estuvo allí dentro tres horas. Nunca declaró a la prensa los detalles de la reunión, pero al salir su creencia se reafirmó. Un segundo tirador había matado a su padre cinco años después de que otro tirador matara a su tío, el presidente John F. Kennedy.
Nota diario El País.