*¿Derechos desiguales?
*Ancianos para leones
* Le fallan a Hipócrates
“Equidad”… Constituye uno de los conceptos básicos para todo Gobierno democrático, por lo menos anidados en la mentalidad y aspiración de todo ciudadano (excluyendo frecuentes excepciones) lo que, por su propio significado, habla que en el marco ciudadano “todos somos iguales en derechos”, salvo aquellos que, por violentar las leyes que nos rigen, son sentenciados y castigados con la limitación o privación de “algunas” de sus atribuciones constitucionales, escenario que no puede ser calificado como una inequidad, en un marco de contexto social y humanitario, sino por el contrario, como una sanción que en todo escenario semejante impone que, ante iguales derechos se deben aplicar iguales obligaciones, con lo que se evita la referencia de privilegios, que conducirían no sólo hacia la injusticia y la existencia de un Gobierno que quebranta las leyes, sino que también podría alentar al surgimiento de brotes furibundos de la ciudadana, los que frecuentemente originan estallidos populares y, obviamente, abren paso al desgaste de las instituciones, hechos que regularmente conducen hacia la “desestabilización social”, quebrantándose con ello la posibilidad de un país con mayor bienestar, sobre el que sueñan y buscan las generaciones actuales.
Ahora bien, las manos de todas las instituciones de Gobierno, por los orígenes de su propia existencia que regularmente son la demanda de igualdad y bienestar, llevan implícitas que en toda situación de peligro, deben ser los más débiles y obviamente con mayores riesgos de indefensión, los que primeramente sean atendidos, no precisamente al que llegó primero o llegó después, sino al que más riesgo y estado de indefensión refleja en esos instantes, claro que hablamos de “riesgos significativos”, como lo puede ser un herido de corta edad, joven o adulto que se está desangrando, o una mujer en notorio proceso de parto, así como cualquier persona con síntomas de infarto cardiaco, todo ello es comprensible.
Pero que en un centro hospitalario, sea privado, pero sobre todo público, se decida en la antesala de las áreas de emergencia o centros de atención hospitalaria en lo general, que en el caso del nuevo Coronavirus “se otorgue atención preferente a quienes tienen menos riesgo de morir, que a los que “sus oportunidades de vida son pocas” porque ya ingresó a la ancianidad, refiere un episodio escalofriante, como el que los leones hambrientos son detenidos por la tribu, aplicando la táctica de otorgarle a las fieras a los ancianos para que sacien su hambruna, mientras que la “generación dominante” pone distancia entre el banquete felino y su ruta de escape, que permita a los más fuertes alcanzan su salvación.
Yo creo que un padre y sobre todo una madre, así como un buen abuelo, ofrendan su vida por cualquiera de sus descendientes, son capaces de gritar “corran y sálvense” al tiempo que se enfrenta a la jauría devoradora, claramente sabedor que abre una posibilidad de vida para su descendencia, pero ésa constituye una decisión personal, porque horrendo resultaría que los jóvenes y adultos arrojaran a los leones a los ancianos, como platillo que los distraiga mientras ellos logran la subsistencia.
Es incuestionable e incluso me tiemblan las manos mientras en la soledad de mi privada esto escribo, que desde mi muy particular punto de vista (insisto, el mío) más vale la vida de un pequeñito o de un jovencito que la de un viejo cascarrabias como yo, pero esa determinación en un centro hospitalario ante el panorama de vida o muerte, nadie, ningún otro tiene la facultad de asumirlo que no sea de rango voluntario… Los creyentes sostenemos que es Dios quien lo determina y… Las propias leyes civiles como las de nuestro país, no contemplan la condena de muerte en un dictamen judicial incluso, incluso ni contra el más malvado sobre el territorio nacional.
Claro que se puede argumentar sobre el tema la eutanasia, cuando por sufrimiento insoportable un paciente solicita “le permitan partir” con la ayuda de los médicos en un sanatorio… Y no dudo que tales escenarios se registren incluso no sólo por el ruego del paciente, sino porque los familiares directos también lo están solicitando… Pero dichos panoramas de elevado dramatismo no eliminan el humanismo, sino que es precisamente por “humanidad” que la familia aceptó la despedida.
Es verdaderamente aterrador el que a un anciano le nieguen la atención apropiada y emergente que requiere, porque atrás de él se encuentra en la fila una persona con menor edad y que, por lo mismo… “Es mejor atender apropiadamente al que tiene más vida por delante”, que al “viejo” que con anticipación solicitó auxilio, pero que por su edad perdió… Porque no sólo se le negó la oportunidad de ser atendido, como todo ser humano merece tal auxilio, sin importar la edad, porque la propuesta por sí misma es aberrante.
Y yo me pregunto: Tales teoría acreditadas al ámbito médico: ¿Se encuentran contempladas en el texto del juramento heredado por Hipócrates?… El que tradicionalmente los egresados de la carrera de medicina, el día que se titulan, se comprometen a cumplir como una conducta sin quebrantos, como el de “no llevaré otro propósito que el bien y la salud de los enfermos”, mismo en el que se jura “mi vida la pasaré y ejerceré mi profesión con inocencia y pureza”.
El mismo juramento de Hipócrates, compromete a los médicos para respetar insustituiblemente “seguir el convenio y juramento que determina la ley médica y a nadie más”.
O sea que en el quirófano, en el consultorio, en salas de emergencia y en las áreas de aislamiento hospitalario, se debe atender a los enfermos “de la manera más conveniente” que dispone e impone la Ley Médica y, nadie más debería intervenir… Así las cosas surge el cuestionamiento, resulta humanamente o éticamente correcto e incluso aplaudible (para algunos) que se le retire un respirador artificial al anciano de la cama 10, en tanto que lo requiere otro paciente, que se encuentra en la cama 100, porque éste (debido a su menor edad) tiene más oportunidades de vida que “el viejito chuchulucu”.
Por la vida de un paciente, sea de la edad que fuere, los médicos socialmente están comprometidos a lograr la salvación del paciente, porque para ello se comprometieron en una carrera “vital para todo ser humano”, adelantando sí, posibles escenarios negativos pero sin dejar de buscar alternativas y, si se toma la determinación para “desconectarlo”, ésta debe ser consensuada apropiadamente en las instancias adecuadas y, en los marcos del “humanismo heredado por Hipócrates”.
Ante la pandemia las autoridades civiles, tienen la responsabilidad de dotar de instalaciones, equipos y medicamentos apropiados a todo el país, del Gobierno debe partir la dotación de lo suficiente para equipar y sufragar gastos del rango médico en lo general, pero ni el Gobierno ni mucho menos un médico, debe dictaminar quién vive y quién muere, porque todo afectado por el coronavirus tiene el derecho de ser atendido (sin importar la edad) con toda la tecnología que se tenga al alcance, pero es monstruoso el que en las salas gubernamentales y, mucho más en los pasillos hospitalarios, se decida quien vive y a quien se le deja sin la requerida atención y que Dios lo ampare.
Siempre he pensado que ante la enfermedad se solicita la mano de Dios, muchos lo practicamos, pero también el paciente solicita al Supremo que dirija la mano del cirujano en el quirófano, yo mismo lo he practicado en cuatro ocasiones que he ingresado al quirófano, por lo que cuando hoy pienso en el escenario de un paciente, que confía en las manos del galeno, con la esperanza puesta en un médico que, por contrario, está “concluyendo” en los pasillo hospitalarios el retirarle el respirador, para brindarle la oportunidad a un paciente más joven, pienso que tales referencias desdoran la imagen del ámbito médico del país y, sumado a ello, refieren las terribles deficiencias en la administración de justicia en lo general… Ahí la dejamos.