En 1735, una rebelión de esclavos estalló en la Hacienda Nuestra Señora de la Concepción, cerca de San Juan de la Punta, Veracruz. Una tropa de 500 rebeldes, entre ellos el esclavo Fernando Manuel, mató al personal y a los capataces de la hacienda antes de huir hacia la sierra vecina. Mantuvieron allí durante más de 30 años una resistencia testaruda, y toda la región de Córdoba se volvió insegura. Sólo en 1769 obtuvieron su libertad y se instalaron en la nueva ciudad de Nuestra señora de Guadalupe de los Morenos de Amapa.
Los primeros esclavos africanos llegaron a Nueva España después de la conquista y fueron en su mayoría enviados a los campos, a las minas y a los ingenios azucareros. El trato que les daba la colonia española oscilaba entre la explotación excesiva, los castigos y los intentos de apaciguar a los cimarrones con ofertas de libertad legal a cambio de lealtad a la corona y al régimen colonial. Pero a mediados del siglo xviii surgieron nuevas revueltas a lo largo de las regiones azucareras. En 1725, unos esclavos habían huido en el contexto de una rebelión esclavista general en Córdoba. Éstos unieron fuerzas con otros cimarrones y establecieron el palenque llamado Mandinga. Los españoles enviaron numerosas expediciones contra los fugados, pero el método resultó inútil, principalmente por las condiciones difíciles del terreno, la experiencia de los fugitivos en esconderse y la red de informantes que les advertía de los planes de los españoles.
En 1734, un grupo de 23 fugados prometió rendir sus armas a cambio de instalarse en un pueblo libre, oferta que fue rechazada por el gobierno. Posteriormente, la región de Córdoba se vio de nuevo envuelta en una rebelión debida al rumor de que el rey había liberado a todos los esclavos en los alrededores de Córdoba. Los plantadores de esta región condenaron con vehemencia este rumor, pues suponían que los cimarrones estaban diseminando las ideas de libertad entre los barracones de los esclavos. En junio de 1735, aproximadamente 500 esclavos, que representaban cerca de un tercio de la totalidad regional, se reunieron en San Juan de la Punta, cerca de Córdoba, y demandaron a las autoridades locales que obedecieran los deseos del rey. Es en este momento que ocurre la matanza del personal de la hacienda.
La respuesta española fue inmediata, con el envío de 600 soldados a la región. En una carta fechada del 7 de julio de 1735, las autoridades virreinales exigieron a las autoridades de Córdoba la rápida solución al problema. Recomendaron que otorgaran a los esclavos huidos un plazo de diez días para regresar, aunque una vez terminado el periodo de amnistía se debía castigar a los rebeldes, pena que debía ser expedita, severa y pública. Los soldados aplastaron la rebelión. Capturaron a muchos de los insurgentes entre los que se incluía a dos mulatos, José Pérez y José Tadeo, quienes fueron ejecutados en público en 1737 como líderes de la revuelta. Aun así, quedaba un número importante de cimarrones que se reagruparon en palenques ya establecidos o fundaron algunos nuevos.
Los cimarrones eran acusados de asaltar a viajeros en el camino que llevaba a Córdoba. En 1750 se formaron dos expediciones que tenían como objetivo acabar con los robos y abusos que cometían los cimarrones, pero fracasaron. Lo que aumentó el temor entre los plantadores locales fue el percibir el cercano contacto entre los rebeldes y los esclavos aún cautivos en los ingenios. Los plantadores sabían que la rebelión de 1735 no hubiera logrado la magnitud a la que llegó sin la colaboración de ambos bandos.
En 1762, un grupo de cimarrones solicitó nuevamente que se legalizara su situación y se reconociera su libertad. En esta ocasión apelaron directamente al virrey, quien requería de un gran número de hombres para defender las costas ante un inminente ataque naval británico. Un grupo de cimarrones del área de Amapa ofreció servir como defensa en el puerto de Veracruz contra los ingleses a cambio de su libertad. El virrey aceptó, pero una vez pasada la emergencia, los plantadores se negaron a reconocer este acuerdo e intentaron reimponer la esclavitud sobre sus antiguos esclavos.
El alcalde mayor de Teutila se dio cuenta de lo inútil de esos intentos y decidió entablar negociaciones. Los cimarrones se dividieron en dos grupos. Entre los más viejos y con mayor experiencia prevalecía la opinión de continuar negociando la tregua, a lo que se resistía un pequeño grupo de los recién integrados. En 1767, el primer grupo, liderado por Fernando Manuel, renovó su petición de libertad ante las autoridades. Fernando Manuel hizo una plegaria a Nuestra Señora de Guadalupe, buscando su protección para tener éxito con la propuesta. Desde este momento, la designó como patrona y guardián de la ciudad que sería fundada por sus seguidores. Se dio un conflicto armado entre Fernando Manuel y el capitán Macute, líder de los cimarrones, quien sostenía una postura de rechazo. El grupo de Manuel derrocó a sus enemigos, apresó a 17 de ellos y los regresó a sus propietarios. Se llegó así a un acuerdo entre el alcalde de Teutila y los cimarrones para el establecimiento de una ciudad, un curato y una declaración de libertad para sus habitantes. La propuesta para fundar la ciudad se formalizó en un documento escrito que contenía la ocupación y residencia de los cimarrones, designando el lugar en el que se establecería la ciudad.
Un decreto firmado por el fiscal Don Antonio Velarde les concedía el poder de fundar una ciudad y los obligaba a destruir las bandas de fugitivos, a tomar las armas en servicio del rey, capturar los esclavos negros que habían huido de sus dueños, prevenir la creación de bandas, ir a las montañas a verificar que no se formaran bandas nuevas, vivir obedeciendo a la justicia de Teutila y a nombrar alcaldes y regidores para gobernar la comunidad. Finalmente, se otorgó a los cimarrones su libertad en 1769 y se les concedió permiso para establecer su pueblo a la vera del río Amapá, en Oaxaca. Fernando Manuel llamó a su pueblo Nuestra Señora de Guadalupe de los Morenos de Amapá en honor de la Virgen de Guadalupe. El 6 de mayo de 1767, se sostuvo una reunión en la que fueron elegidos alcaldes, regidores y otras personas que se encargarían de administrar la ciudad. El primer alcalde fue Fernando Manuel. La libertad legal obtenida por los residentes de Amapá no fue sólo un acto de la consciencia española sino también una mezcla compleja de consideraciones prácticas y humanitarias.