Ha sido una larga lucha de meses, años, décadas la que se ha tenido que emprender y mantener sin tregua ante oídos más sordos que una tapia.
Despertar la conciencia de maestros, de padres de familia y, muy a contracorriente y cuesta arriba, la de los funcionarios de la educación. Sí, la de los burócratas que desde el escritorio solo ven números, estadísticas, esqueletos, espectros del sistema educativo nacional, estatal y local y cuya principal preocupación es incrementar los índices, pero no la calidad de la educación que se brinda tanto en escuelas oficiales como incorporadas.
Pocas, aun siendo decenas, han sido las escuelas que han asumido formar alumnos, estudiantes, personas, con mente abierta, sentido crítico, conducta ética y garras en las manos y pies para redimir y mejorar este mundo semidestrozado, y se han atrevido a lanzarse hacia adelante, aun cuando la inercia de la mediocridad y el mercantilismo es arrasadora.
Atrapados en la telaraña de los prejuicios, muchos de ellos inoculados, sembrados y arraigados en las mentes y las conciencias de los educandos por padres de familia, directivos escolares y maestros indolentes y/o ignorantes, niños y jóvenes solo van consumiendo aquello que a trancas y barrancas tienen a bien proporcionarles en años y más años de escuela. No solo en lo referente a conocimientos científicos, históricos y sociales, sino en la formación intelectual, emocional, cívica, ética, integral.
Cuando una persona así, indolente o ignorante (o todo junto) escucha hablar de pensamiento filosófico, tuerce la boca y voltea a buscar arañas en las nubes. Tras el gesto de desprecio o abierto malestar, sigue la expresión despectiva: ¿y eso para qué sirve? Y si el osado jovencito dice que quiere estudiar esa carrera, el susto es comparable a si dijera que quiere ser torero o policía… o diputado.
Se han criado batallones de niños y jóvenes sin que en el paso por miles y miles de horas-aula hayan adquirido una formación sólida, fincada en conocimientos, principios, actitudes, costumbres y acciones que defiendan la vida sobre la muerte, el conocimiento sobre la ignorancia, la libertad frente a la gazmoñería, el esfuerzo frente al letargo, el trabajo ante la poltronería, la fortaleza frente a la pusilanimidad, el arte ante la vulgaridad, la conciencia ecológica contra al consumismo destructivo, la verdad frente al engaño, la democracia ante el despotismo.
Por qué hemos permitido una persistente educación castrante, que mutila el andamiaje sabio y noble con que la naturaleza dota a quien, por las razones y en la forma que sean, llega a este mundo, a un mundo que él no ha construido, ni destruido. Por qué vemos con indolencia y dejamos pasar y hacer con nuestros hijos lo que venga en gana a quienes disponen de una institución, una oficina, un cargo, una autoridad en el ámbito de la educación que, a la par de la salud y la seguridad, son los garantes de nuestra supervivencia. Por qué dejamos en manos de tercos, obcecados y obtusos mentales el diseño de los contenidos, fines y métodos de formación de millones de niños y jóvenes que son nuestra responsabilidad. Por qué las universidades, uno de cuyos fines es esparcir el conocimiento, se encapsulan en sus muros y desperdician tiempo y recursos en enclaustradas capillas de investigadores que deben ser maestros y sembradores de progreso científico y ético. Por qué las academias de ciencias toleran la inclusión y transmisión de conocimientos mutilados, si no es que engañosos, en los materiales didácticos que por ley deben aprender los estudiantes. Por qué la academia de Historia permite el manoseo y desfiguro de lo que ha gestado la patria en que vivimos. Por qué la academia de filosofía calla ante la mutilación curricular de sus disciplinas. Por qué la academia de la lengua cierra los ojos al descuartizamiento de nuestro idioma, riqueza que recibimos venturosamente, y deja que el lenguaje se distorsione y deteriore acarreando un consecuente empobrecimiento del pensamiento.
Serán, aún, muchos años de batallar para que ese humanismo, que ahora se pregona, se purifique de ideología y adoctrinamiento y sea un auténtico, prístino y honesto esfuerzo por distribuir y enseñar la rectitud, la honradez, la justicia, el respeto, la verdad y la dignidad.
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