Grande es la culpa de una guerra innecesaria. Camelot,
Aunque no tendrían nada que ver con las guerras púnicas, pues aquellas fueron entre Roma y Cartago para poder dominar el Mediterráneo, aquí en México se están dando con todo. Es una pelea a quien sabe cuántos rounds, que hasta la presidenta Sheinbaum le entra y llama ‘vendepatrias’ a Alito Moreno, quien solo se defendió cuando supo le venía una embestida de Morena para desaforarlo, entonces recurrió al calambre más grande que tiene la oposición, ir a Washington con los fiscales, congresistas, DEA, Trump, CIA, Marco Rubio, FBI y Seguridad Nacional a acusar a todos, empezando por AMLO como socios de los narcotraficantes, ahora ya incluyeron a sus hijos y a algunos gobernadores que gozan de cabal salud, como el de Sinaloa, que pasó un escándalo mayor y nadie lo movió de su sitio. Tiene Morena un gran caparazón, se protegen de todo y contra todos. A la que le fue muy mal fue a la gobernadora Rocío Nahle, se convirtió en tendencia en los memes que le asestaron, porque se convirtió en doctora y dictaminó que la maestra, que había sido asesinada, murió de un infarto y la otra, cuando llamó Miserables a la oposición y los medios de comunicación, en lugar de llamar Miserables a los narcos criminales que ejecutaron a la maestra.
LA POLÍTICA
Lo que viene y se siente en el escenario político, es una guerra. Declarada. Como aquellas napoleónicas, o las otras, las tribales de la Edad Media o las vietnamitas, donde no se tomaban prisioneros y había fuego, llanto y desolación en los arrozales. Los gringos son muy dados a recordar sus guerras, normalmente recuerdan y añoran mucho aquellas dónde les apalearon, donde han perdido aunque hayan sido numéricamente superiores y con grandes tecnologías por aire, mar y tierra. En Vietnam mordieron el polvo y aún lloran esa odisea fallida. Remember the Álamo, gritan en otras guerras para recordar cuando mi general Santa Anna liquidaba a los usurpadores texanos, a todos ellos que se habían apoderado de ese cuartel sin pedir permiso.
Poco tiempo después, una mañana Sam Houston lo cachó crudo y con las manos en la masa, durmiendo con una indígena mexicana y lo apañó y cambió el curso de la historia, para perder Texas forever and ever. Esa ocasión, cuando Santa Anna fue apresado, a un gringo le llamó la atención que movía la mandíbula a lo güey. El gringo se le acercó y le preguntó qué cosa era eso que mascaba, era un chicle que mi general extraía del árbol del chicozapote, y estos, muy listos para la mercadotecnia, se lo copiaron como chinos y lo lanzaron al mundo bajo el nombre de Adams, y así inmortalizaron el famoso chicles Adams.