Haciendo alarde, una vez más, de imprudencia y espíritu bravero, el funcionario del Fondo de Cultura Económica, esa editorial que siempre (hasta hace unos siete años) brilló en el escenario mundial por la publicación de obras de gran calidad científica y literaria, se atrevió a emitir un juicio injusto al presentar públicamente un programa que pretende repartir una enorme cantidad de libros en algunos países de América Latina.
De manera desafortunada, como otras veces ha ocurrido, el señor expresó que la selección que hizo de esa miríada de libros está bendecida con su espíritu inquisitivo, pues «Si partimos de la cuota, un poemario escrito por una mujer, horriblemente asqueroso de malo, por el hecho de haber sido escrito por una mujer, no merece que se lo mandemos a una sala comunitaria en mitad de Guanajuato. ¿Por qué hay que castigarlos con ese libro de poesía?».
No explicó el señor qué quiere decir que un poemario escrito por una mujer pueda ser «horriblemente asqueroso de malo», al grado de que incluirlo en su aséptica colección, en lugar de promover la lectura y el buen gusto, exponga a sus lectores a ser perjudicados en la formación de su sentido estético. Horriblemente asqueroso de malo, ¿como qué?, ¿como un insulto a una dama?, ¿como la educación de un “servidor público”?, ¿como es esa misma expresión en boca de un director editorial?
Lo cierto es que es muy temerario sentirse y ostentarse como juez y censor para descalificar y denostar la calidad ¿literaria?, ¿ética? de un libro porque haya sido escrito por una mujer. Y también es excesivo que el personaje se sienta coronado con el aura de eximio juzgador de un centenar o más de libros, y realice un tan riguroso escrutinio para endilgarle a un poemario el epíteto de asqueroso e indigno de formar parte de una colección que va a servir para inducir a la buena lectura. Acaso teme el juzgador que esas mujeres que escriban tan «horriblemente asquerosas» poesías terminen por perjudicar las buenas conciencias de sus posibles lectores y lectoras y echen a perder su buen apetito literario al ser castigados con uno de esos libros.
Con toda razón, la escritora Sara Lovera (Palabra de Antígona) señaló que lo dicho por ese señor (que «es un gran compañero», según dijo muy sonriente la presidente), «no es una anécdota ni un chiste: es una postura misógina de un señor, con cargo público, que está pagado con recursos del pueblo de México y de millones de mujeres». (https://oem.com.mx/elsoldemexico/28/10/2025).
Es muy probable que la susodicha colección, debidamente expurgada con el criterio del señor director editorial, pueda contener, si no todos, sí muchos de los libros de su autoría. Esos sí tienen una gran calidad literaria, son aptos (muy aptos) y recomendables para inducir y exaltar el buen sentido estético de los miles, millones de lectores latinoamericanos que disfrutarán tan excelsas obras. Su producción literaria sí merece el honor «de que se lo mandemos a una sala comunitaria en mitad de Guanajuato».
En literatura, y en cualquier arte, «lo que cuenta es el talento, la buena escritura y la imaginación». Indiscutible. Lo que está en veremos es quién se puede sentir calificado juez para decidir si un libro, o cualquier obra humana, cabe o no en los estándares artísticos. Si no es un criterio menguado y soberbio, al menos es insulso y pedante.
Con sobrada razón, «Con “horribles poemas”, escritoras, poetas y artistas mexicanas realizaron este martes un “mitin poético” en el que exigieron la renuncia del director del Fondo de Cultura Económica (FCE)… En la entrada de la sede de la FCE en la Ciudad de México, las activistas, agrupadas como ‘Las horribles’, leyeron un pronunciamiento de “condena pública al machismo y misoginia”, en el que pidieron a Taibo tener “dignidad” y dejar la dirección de la mayor editorial pública del país» (https://aristeguinoticias.com/281025/04/11/2025).
Todo artista tiene la libertad de hacer una propuesta a los lectores, escuchas, actores, etc. Aceptarla o no también es un derecho. Ya estamos (o debemos estar) liberados del juicio de aquellos incendiarios censores nazis y franquistas. Como dice Javier Cercas (El loco de Dios en el fin del mundo): «Lo difícil es entender, lo fácil es juzgar… La literatura está para entender. Para juzgar están los jueces y la gente a la que le apetezca juzgar, eso es cosa suya. Pero en cuanto juzgas, dejas de entender».
No, no se irá el señor, ni por iniciativa propia ni por órdenes de quien lo considera un gran amigo. Pero, afortunadamente, ni este ni esto impedirá que las mujeres, como cualquier persona, pueda y deba seguir utilizando el lenguaje literario para expresar su pensar y sentir. Suyo es el derecho y el poder.











