No desgasta el poder; lo que desgasta es no tenerlo. Camelot.
México se despertó con la novedad de que los canadienses nos piden a partir de ahora una Visa canadiense, para poder entrar a su país, cuando no la necesitábamos. Alguna vez anduve por ese país, que es un ejemplo de modernidad y pacifismo y de bellas ciudades, y se pedía Visa, guardo por ahí la mía como recuerdo, porque no he vuelto a ir por sus tierras. El presidente AMLO andaba engallado un día antes, exigiendo a Joe Biden y a Trudeau, que, o le bajaban una rayita a las agresiones que le hace la prensa extranjera, o se disculpaba y no iba a la junta cumbre México-Estados Unidos-Canadá. El pato tirando a las escopetas. Los canadienses se defienden de que lo hicieron porque hay muchos pedimentos de Asilo y eso molestó al presidente quien, en su mañanera, le mandó a decir a Trudeau que la Cumbre ya ni era necesaria hacerla. Los analistas políticos serios, consideran al presidente el culpable de que las relaciones con los americanos y canadienses se deterioren. Y aunque la secretaria de relaciones hace buen papel, allí hace falta Marcelo Ebrard, el bombero, que todo apagaba cuando los conflictos llegaban. Como dicen ellos mismos, esta historia continuará: To be continued.
ACAPULCO CON VIDA
Llegó un nuevo torneo de tenis a Acapulco. Devastada por el huracán, se reunieron los grandes, no todos, pero si algunos sembrados del circuito de tenistas profesionales. Los eventos los transmite ESPN y si algo caló y cayó bien fue que el griego Tsitipas iba a donar mil dólares por cada saque as que ejecute en Acapulco. Entre protestas afuera, de gente a la que aún no le llegan los apoyos, el circuito de tenis le da un plus a ese puerto histórico de Acapulco. Sean bienvenidos todos y que la fuerza acompañe a los guerrerenses, que han sufrido este embate de la naturaleza.
ICARO (IRENE VALLEJO) MILENIO.
“Cuenta la leyenda griega que Dédalo, arquitecto del famoso Laberinto de Creta, fue encerrado en su propia construcción a solas con su hijo Ícaro. Dédalo, desesperado por su cautiverio, miraba fijamente el paso de los pájaros por el cielo sin pasillos. Así se le ocurrió una treta que les salvaría. Fabricó con plumas y cera unas alas que mediante un arnés se ajustaban a los hombros. De esa manera, los dos eran capaces de remontar el vuelo como las aves verdaderas. El joven Ícaro vistió sus alas y se elevó, ignorando que había recibido un peligroso regalo. “Mantente lejos del sol”, le advirtió su padre, “o las plumas arderán”. Pero los consejos se perdieron en la brisa. Ícaro subió cada vez más alto, gozando de su atrevido vuelo, decidido a llegar más arriba que nadie. Entonces el sol empezó a derretir la cera y las alas se deshicieron suavemente, pluma a pluma, hasta dejar a Ícaro agitando los brazos desnudos en el aire. El imprudente cayó en picado y las aguas azules lo engulleron de golpe. De su ascenso fulgurante solo quedaron unas plumas mecidas por las olas. El mito sirve para recordar cuánto peligro entrañan las llamadas y las llamaradas de la fama”