Encuentros

Las reformas educativas

He leído completo el documento llamado Fundamentos del Marco Curricular Común de Educación Media Superior, 2024, elaborado por la Subsecretaría correspondiente. Son 26 páginas cerradas, en las que se busca justificar la reforma que se ha implantado ya para todas las modalidades de bachillerato del país: federales, estatales, públicos, incorporados, generales, tecnológicos y profesional técnicos.

El documento se inicia con las llamadas siete paradojas, sigue con los componentes del modelo: el Currículo fundamental, los recursos sociocognitivos y las Áreas de acceso al conocimiento; luego el Currículo ampliado, con los Recursos y ámbitos de la formación socioemocional y culmina con una reflexión final.

Cito todo lo anterior para justificar lo poco que puedo comentar de todo esto. Para empezar, nunca he sido proclive a leer todas las parrafadas que introducen y tratan de justificar cada cambio en la educación del país, sea del grado que sea.

Esto puede ser motivo de que se dude de las opiniones que expreso al respecto, pero me justifico aduciendo que, en todas las reformas que ha habido en mis 55 años de estar viviendo de y para la educación, siempre me he enfocado en lo que considero fundamental: los Planes y los Programas de estudio. Para mí, ahí está lo sustantivo, ya que lo adjetivo resultan ser las interminables páginas donde se habla de las bellezas, bondades y maravillas de cada modelo.

En todas, absolutamente en todas las reformas habidas, los escritos que las justifican empiezan recreándose en escudriñar y satanizar lo que se pretende modificar, y luego se explayan en elevar hasta el empíreo lo genial que es lo que ahora se pretende imponer. E, invariablemente, se enumeran los cientos de consultas, encuestas, mesas de trabajo, conferencias, reuniones, talleres o cursos en línea, etc., que las han antecedido para debida y exhaustivamente adornar con oropel la propuesta en ciernes.

Por lo que mi impaciencia logró captar en lo que leí de todas aquellas reformas, hay unos puntos en los que coinciden para desterrar las que se pretenden destronar. Por ejemplo, que son memoristas, que son excluyentes o segregacionistas, que no están a la altura de los cambios de la sociedad o de todo el mundo «moderno» o de los requerimientos del futuro; que no son integrales, que solo se enfocan a satisfacer el mercado, que no inducen al alumno a ocuparse del bien común, que no se orientan a enfrentar las desigualdades y las discriminaciones, que no ven las necesidades psicosocioculturales (¡¡¡!!!), de salud o de estabilidad socioemocional de los alumnos; que forman personas individualistas o utilitaristas, que enseñan la Historia sesgadamente y solo como un cúmulo de datos, fechas y héroes de paja; que incitan a los muchachos a competir pasando por encima del que menos puede o del menos favorecido económica, social o culturalmente; que no forman ciudadanos humanistas, con valores éticos, con liderazgo social o ajenos a los problemas de su comunidad, que ensalzan el mérito individual sobre el bienestar de toda la nación (o del mundo entero), que tienen al alumno como un simple receptor de conocimientos que le dicta el maestro (convertido, pues, en «dictador»), que no promueven la interculturalidad ni la libertad ni el respeto mutuo; que los alumnos no están «conectados» con sus comunidades, que favorecen la rentabilidad del aprendizaje sobre su poder «liberador», que forman alumnos acomodaticios, que no luchan por su éxito social o pecuniario o que fomentan la «soberbia» de «ser el mejor» en detrimento de la igualdad de todos, que discriminan a quienes estudian carreras técnicas, o que remarcan y consolidan la desigualdad entre alumnos de escuelas ricas y escuelas pobres,  que educan a los jóvenes para que sus actos respondan a premios y castigos en lugar de guiarse por ideales «superiores», y de ahí critican que se califique con número para conocer el avance de los aprendizajes pues el número jerarquiza, compara y etiqueta «injustamente» y discrimina al que no aprendió lo que debía.

Cada nueva propuesta de reforma contiene toda esta retahíla (o una más creativa) de fallas del modelo que está vigente en ese momento, y ensalza hasta la cúspide de la perfección lo que sentenciosamente está proponiendo.

Es la filosofía del arriero que quiso vender un jamelgo desahuciado: lo ensalzó tanto que su compadre que se lo compró le reclamó que el animalejo era todo lo contrario de lo que le había dicho. El arriero sabiamente le contestó: Y si no lo hubiera alabado, ¿me lo habrías comprado?

Vale como recurso publicitario, pero demasiado incienso asfixia. Dejémoslos a ellos justificarse como puedan, pero dejémonos nosotros de seguir consignas.

grdgg@live.com.mx

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