En 1928, después de la destrucción del Cristo Rey del Cubilete por órdenes del gobierno federal, se produjeron levantamientos cristeros en el estado de Guanajuato. Por supuesto, los insurgentes tenían que esconderse para eludir la represión del gobierno.
En las inmediaciones del pueblo de Romita de Liceaga, cerca de Silao (Guanajuato), se encuentran los vestigios de una antigua hacienda del siglo XVIII ó XVIIII. Entre los edificios relativamente bien conservados existe un viejo molino: destaca un tanque triangular de 16.5 por 12 por 17.5 m, cuyo único acceso es un canal de 200 m. de largo. Los molinos propios se encuentran al este, mientras se conservan los restos de unas bodegas al norte. Nada original, sino las instalaciones usuales de una hacienda de esa época.
En 1978, en el marco de un salvamento arqueológico ocasionado por un proyecto de edificación de una presa para proteger Silao de las inundaciones, tuvimos la posibilidad de visitar este edificio donde numerosos graffiti llamaron de inmediato nuestra atención.
La mayoría se ubica en el tanque. En el muro sur se registraron 14 jinetes armados con rifles, tres soldados de infantería también armados y, entre ellos, una cruz. El muro este sólo lleva una cruz. En el muro norte, se contabilizaron 35 jinetes y 9 soldados de infantería. Dos de ellos llevan en vez de rifles lo que parece ser una bandera. Todos miran hacia el oeste o sea hacia el canal, la única entrada hacia el tanque. Allí, al principio del canal, se ubican otros dibujos: 8 cruces y 4 jinetes más.
Decidimos proceder a unas investigaciones complementarias en las bodegas. En un pequeño cuarto cerrado, se descubrieron otros graffiti, pero esta vez de carácter únicamente religioso: por un lado, la fachada de una casa o de una iglesia, una cruz encima de una loma, con las inscripciones INRI y El Molino, y en las demás paredes, otras cruces e inscripciones sólo parcialmente legibles.
El buen estado de conservación de los graffiti permite suponer son relativamente recientes, probablemente del siglo pasado. Su originalidad yace en su carácter simultáneamente militar y religioso. El conjunto de los motivos guerreros cuenta entonces con 53 jinetes y 12 soldados de infantería, entre los cuales dos llevan lo que parece banderas. Resultan entonces organizados, pero no muy numerosos. De allí, la necesidad de encubrirse.
Resulta probable que esos graffiti aludan a la existencia de una unidad armada cristera, que escogió el viejo molino para reunirse y esconderse del ejército federal. Si tal es el, caso, los graffiti del Molino constituyen un documento histórico único.