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LOS GRANDES DISTRACTORES

Columna Acertijos de Gilberto Haz

Cuando la política mira a otro lado. Camelot.

Cuenta la historia y es una leyenda que uno de los grandes distractores se dio en plena Segunda Guerra Mundial. Sucede que el general Eisenhower y los aliados preparaban el asalto y desembarco en Normandía, para así diezmar al enemigo y poder avanzar al fin de la guerra. Todos husmeaban por dónde llegarían, habría distractores y fintas y filtraciones que unas sí y otras no correspondían a realidades o mentiras. El general reunió a la prensa, los afamados Washington Post y The New York Times y los de infantería. Les dijo: “Sé que andan muy preocupados por saber que día y dónde será el desembarco. Como es un secreto de Estado que está en juego miles de vidas, se los diré. Si alguno de ustedes lo comenta, serán traidores a la patria”.

Y se los dijo y todos pensaron que era un distractor, y no lo era.

Ahí desembarcaron en fecha exacta y casi hora señalada.

LOS DE CASA

Cuento esto porque en México la oposición está acusando al gobierno de que sueltan puro petardos de a peso, o sea, puras bolas de humo, puros distractores, para acallar las grandes giras de los integrantes de Morena por toda Europa. Es un distractor, dice Alito Moreno y lo dice también Ricardo Anaya. No hagan caso de esa nota que acaba de salir, es una distracción para que no comentemos de Adán Augusto, que se comió la manzana, y del junior Andy que vivía la vida loca en Japón, con hoteles de 7 mil 500 pesos, o que doña Beatriz ya es española de verdad, y a ninguno le interesa, diría la canción. O Sergio Gutiérrez y su pareja en escándalos, o los Noroñazos que se viven día a día o Monreal con sus viajes madrileños. O, para rematar las filtraciones, unas verdades a medias, otras mentiras, de que el gobierno de Trump está retirando visas a los malosos políticos mexicanos aliados del narco.

La política está en las redes. Allí se dan las grandes batallas, las duras, las difíciles, las irreverentes, las malvadas, las llenas de odio y rencores y de soberbia, la de muchos miserables que aprovechan para insultar aunque no se lo merezcan.

Pero esta época vivimos y a esta época debemos acostumbrarnos.

Por eso a algunos se les bloquea, cuando insultan y pegan duro.

Ocurría como cuando los periódicos dañaban.

Alguna vez en una gira presidencial en épocas de Carlos Salinas, un picudo empresario, esos del Forbes que eran los diez capitales más ricos de México, se quejó con el presidente, y en un aparte le dijo:

“Presidente, ya no aguanto a este periódico, me madrea día tras día”.

“¿Cuál periódico es?”, preguntó el presidente.

Cuando el empresario le dio el nombre, aquel le dijo: “¡No lo leas!”.

Lógico, con eso se terminaba la rabia.

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