Hasta para muchos aficionados de la historia de México, la batalla de El Álamo, en Tejas, simboliza la lucha de los heroicos norteamericanos, en San Antonio de Bexar, contra el dictador mexicano Santa Anna. Así se presenta el episodio en numerosas películas y hasta en algunos relatos de historia. Álamo de John Wayne es sólo un ejemplo de esas películas que glorifican Davy Crockett, Jim Bowie y William Travis. La imagen se impuso a tal grado que en los ojos del publico la batalla del Álamo es casi una victoria gringa, aun si todos los defensores murieron.
La verdadera historia es muy diferente. En 1835, el general Santa Anna ocupa la presidencia de México y desarrolla una política centralista. Denuncia la Constitución de 1824, pero encuentra fuertes resistencias de parte de los federalistas que privilegian los derechos de los Estados. Tejas y Coahuila, pero también California, albergan fuertes corrientes de oposición a la política de Santa Anna, sin por lo tanto desarrollar tendencias separatistas. Las grandes familias de rancheros tejanos, como los Seguín, los Carbajal, los Berbán, los Urrutia, los Navarros que representan la autoridad estatal y dirigen las escasas tropas federales y sobre todo las milicias, se consideran como completamente mexicanas. Lo mismo vale para muchos Anglos recién llegados de Estados Unidos, como el mismo Jim Bowie o Stephen Austin quienes, además de hablar español, se han convertidos al catolicismo y que están casados con tejanas.
El conflicto opone entonces al ejército centralista de Santa Anna contra los rebeldes tejanos que luchan por sus derechos, como ciudadanos mexicanos. Cuando las tropas del dictador llegan a San Antonio de Bexar, los rebeldes, un poco más de 100 hombres, se repliegan en la antigua misión religiosa del Álamo, una iglesia apenas reforzada por unas fortificaciones improvisadas. Entre los defensores figuran numerosos habitantes de San Antonio, a veces con sus familias. Tal es el caso de Juan Antonio Navarro con su esposa Juana y su hijo.
No es el caso detallar aquí la batalla, sino recordar que después de unos quince días de un sitio que no impidió la llegada de varios refuerzos insurgentes, el ejército mexicano lanzó un ataque masivo el 6 de marzo de 1836, que terminó con la victoria de Santa Anna. Como lo había anunciado este último, todos los rebeldes capturados fueron someramente ejecutados, o sea un saldo de poco menos de 200 hombres. Las mujeres y los niños, entre ellos Juana Navarro, fueron liberados y regresaron a San Antonio.
Al contrario de la imagen popular difundida en Estados Unidos, cabe mencionar que entre las victimas de la matanza figuraban numerosos mexicanos o mejor dicho tejanos. La historia conservó por lo menos los nombres de Brígido Guerrero, el único sobreviviente, Gregorio Esparza, cuyo hermano pertenecía al ejército de Santa Anna, Toribio Loyosa, Juan Antonio Padilla, Antonio Fuentes, Andrés Nava, José María Guerrero, Juan Abanillo y por supuesto Juan Antonio Navarro. No son los únicos.
Lejos de ser una “victoria” de los invasores norte-americanos, la batalla del Álamo es más bien una derrota de los federalistas mexicanos, hasta si poco tiempo después la victoria de los insurgentes en San Jacinto puso un fin a las ambiciones de Santa Anna y permitió la creación de la efímera República de Texas. ¿Pero habría ocurrido esta victoria sin la participación, otra vez, de los tejanos de Juan Seguín, unos 100 hombres olvidados por la historia oficial?