Sabemos que un estudiante, al egresar del bachillerato, se comunica con unas 300 palabras, de las más de 93 000 que integra el idioma español. Vastísimo repertorio tienen los escolapios, que mermará, sin duda, con la anunciada reforma «integral» que la SEP tiene aderezada para su consumo en cuanto los maestros se enteren de que ya está servida.
El secretario general de la Asociación de Academias de la Lengua Española, Francisco Javier Pérez, dijo que «Aún falta mucho por hacer para que nuestra lengua, “cargada de prodigios”, continúe más allá de las “delicias” de las estadísticas, y consolide afectos por la palabra, de lo cual nuestro tiempo está necesitado».
Esa lengua «cargada de prodigios» es nuestro español, hablado (que no sabido) por más de 600 millones de parlantes en este atiborrado mundo en que vivimos, andamos y resistimos.
Y, como aún falta mucho para que vaya más allá de las «deliciosas» estadísticas, la Academia del español, eminente organismo que vela por la pureza de nuestro idioma, actualizó su vasto diccionario con un rimero de unas 300 palabras, novedades avanzadas, dijo. Algunas de ellas, cual fantasmas, asustan más que enriquecernos y pronto pasarán a formar parte del desfile de espectros que son los vocablos inutilizados e inutilizables.
Van algunas de estas sabrosas palabritas que trataremos de definirlas con menos solemnidad que la de los emperejilados filólogos:
Crudivorismo, cuasisinónimo de Autoconsumo y Autocanibalismo que, como dijo el augur, no existió ni existe en estas rumbosas latitudes; Microteatro, breve comedia diaria matutina; Milenial, perteneciente o relativo a los mieliniales (definición de la propia RAE); Turismofobia, odio a las visitas; Gravitón, hipotética partícula cuántica gravitacional (imposible más claro); Termoquímico, termo para transportar químicos; Cuperosis, enfermedad de los renos y de Rodolfo, el de la nariz cuperosa; Narcoléptico, los que están por todos lados; Ovulatorio (sinónimo de una grosería).
Del campo de la meteorología son: Engelamiento y Engelante, proceso de hacer cubitos; Directo, la RAE da dos, a elegir: «emisión que se realiza en directo» (¡!) y «golpe que se da proyectando el puño hacia delante en línea recta». Ahí acompaña a Gancho, «Puñetazo que se da con el brazo plegado» (No se explica eso de puñetazo). Brutal, brutalmente magnífico o maravilloso (copiadísimo del italiano). Eco, repetición de ecografía, pero sin bolígrafo; Marcianadas, extravagantes o disparatadas, como estas definiciones. También, acuerdos de asamblea legislativa.
Dice la RAE que internet proveyó algunos vocablos, como Login y Loguearse, robarse la contraseña de Facebook. Morro, los sabidos trompa, hocico, jeta, y ahora también niño trompudo; Cubetera, «recipiente con hielo para mantener frías las botellas mientras se consume la bebida» (definición de la RAE). Advertencia; cuidando de no echarse encima la bebida de la fría botella).
Hacer un simpa, hacerse el simpático, sinónimo de pagadiós; Un pagadiós, irse sin pagar la cuenta (aquí decimos sinvergüenzada); Comecocos, líder de partido político; Farlopa, sinónimo de falopa, cocaloca; Exoesqueleto, exhibición de catrinas y catrinos; Chamaco y Chamaca, véase morro y morra; y Cartuchera, estuche de lápices. Aquí se conocen requetebién.
En cambio, siguen siendo vocablos sin cocerse («crudos») los extranjerismos gif, hashtag, mailing y streaming. Lástima, tan bonitos y embriagadores.
Y no pierda de vista la expresión «Juguete roto», con el significado de «persona que, tras haber alcanzado la fama, pierde su popularidad». Pronto se va a usar con inusitada frecuencia…
«Cada lengua es una filosofía disfrazada de gramática, según dijo la filóloga granadina Carmen Amores; la carga representativa mental y el peso emocional de cada vocablo juegan un papel relevante en los procesos de razonamiento y de actuar de los seres humanos».
Muñoz Machado, presidente de la RAE, recordó que el procedimiento para incorporar o revisar un término es lento y exhaustivo, «no es capricho de los académicos, sino que las propuestas se chequean en cuanto a su uso real y se estudian en comisión, tanto en España como en América».
Las aquí inventadas tampoco son capricho de ningún académico.
A fin de cuentas, como dijo la lingüista Rebeca Sánchez, las lenguas no viven en los diccionarios sino en la carne viva de quienes las crean, las transforman y las sueñan.











